jueves, 9 de mayo de 2013

Diccionarios y hojas de parra culturales


Mario Szichman


“No soy muy versado en griego”, dijo el gigante.
“Tampoco yo”, respondió el ácaro filosófico.
“Y entonces ¿por qué citas a Aristóteles en griego?”,
Preguntó el sirio.
“Porque”, respondió el otro,
“Es razonable citar lo que no comprendemos
En un lenguaje que no hablamos”.
Voltaire, Micromegas.


  


     El Concejo Nacional de Maestros de Inglés, con sede en Urbana, Illinois, otorga anualmente los Doublespeak[i] Awards a instituciones y funcionarios que mienten sin mentir, usufructuando una confusa asociación de palabras. En cierta ocasión, los galardones fueron otorgados a una línea aérea que definió el estrellamiento de un avión como “un contacto descontrolado contra el suelo”,  a un hospital que describió la muerte de un paciente como “un percance de diagnóstico de elevada magnitud[ii]”, y al senador Orrin Hatch, quien dijo que “la pena de muerte es el reconocimiento que hace nuestra sociedad a la santidad de la vida”.
      En su Dictionary of Euphemisms and Other Double Talk, Hugh Rawson da buenos ejemplos de cómo la inflación de términos en el ámbito militar es correlativa a una deflación o encubrimiento del sentido. Es el caso de “executive action” (el término probable sería “hecho consumado”)  “un eufemismo empleado por la CIA”, dice Rawson, “para sacarse de encima a personas, especialmente los líderes de otras naciones”.
      En la nomenclatura militar los pertrechos de guerra atacan dos clases de objetivos, hard, duros, y soft, blandos. Los objetivos duros son ladrillos, concreto o acero. Los objetivos blandos son aquellos constituidos por carnes y huesos, esto es, seres humanos. De ahí que el napalm, una bomba incendiaria, dice Rawson, haya sido rebautizado como “soft ordnance”, pertrecho de guerra para objetivos blandos.
    En otros casos, los eufemismos pueden llegar a ser demoledores. Las retiradas militares suelen ser definidas como “retrograde manoeuver,” maniobras de retroceso. Se supone que ordenadas. La frase, dice Rawson, surgió en 1975, cuando el entonces presidente de Vietnam del Sur Nguyen Van Thieu decidió retirar sus tropas de varias provincias, ante la embestida del Vietcong. La maniobra de retroceso de Thieu prosiguió hasta que logró maniobrar para ceder el poder, y exiliarse en Estados Unidos.

LA ÚNICA VERDAD
 ES LA CONFUSIÓN

     Trabajé cerca de treinta años en burós latinoamericanos de agencias noticiosas, en United Press International entre 1981 y 1986, y en The Associated Press entre 1987 y el 2009. No se trataba de una tarea creadora. Había que traducir los despachos del inglés al español. Pero esas agencias tenían una gran ventaja para un escritor. En primer lugar, la traducción permite transformar el lenguaje en instrumento. Cuando se cuenta con un solo idioma, resulta más trabajoso cuestionar la retórica, especialmente la de los gobiernos que con tanto entusiasmo se dedican a mentir. Pero si se suma otro idioma, empieza el conflicto entre ambos, y de los chispazos brota la luz. Dos lenguajes nos hacen más sospechosos que uno solo. Nada resulta natural.
      La otra ventaja de trabajar en una agencia era que la copia debía ser distribuida en países con diferente idiosincrasia y distintas maneras de designar lo “prohibido”. El resultado era un lenguaje aséptico, destinado a no ofender a los lectores. En ciertos países se podía coger, pero no tirar. En otros se podía tirar, pero no coger. El pico podía servir para designar el extremo de una botella o la cima de una montaña en muchas naciones, pero no en Chile.
      En Venezuela hay una expresión afectuosa para los niños: los carajitos. Cuando hice esa mención a unos primos míos durante un infrecuente viaje a la Argentina, se tiraron al suelo de la risa. (En la Argentina uno se podía tirar al suelo. En Venezuela, cuando alguien tiraba algo al suelo, la próxima acción era prohibida para menores de 18 años).
      Un insulto que en la Argentina podía ser preludio a la guerra civil era enviar a alguien a dirigirse a las partes íntimas de la hermana. En Colombia conocí bellas mujeres que se llamaban Concepción  o Consuelo y les decían Concha o Conchita. Había una  excelente cantante española, Conchita Piquer. No sé cómo se las arreglaba para visitar la Argentina sin que medio Buenos Aires sonriera ruborizado.
 Gabriel García Márquez rompió un tabú cuando bautizó su libro “Memorias de mis putas tristes”.

TIRIOS Y TROYANOS

     Además de traducir para más de veinte naciones de América Latina, en ocasiones era necesario explicar. Pues las dos agencias en que trabajé eran norteamericanas, y las tradiciones políticas de Estados Unidos muy difícilmente puedan difundirse en otras partes del mundo. ¿Cuántos partidos políticos hay en Francia? ¿Y en Italia? ¿Y en Austria? En Estados Unidos, desde tiempo inmemorial, hay solo dos partidos que se turnan en el poder: demócratas y republicanos. Habrá muchas bebidas sin alcohol, pero la competencia es entre la Coca Cola y la Pepsi Cola. En una época, la competencia entre las revistas de circulación nacional era entre Time y Newsweek. Y no era un secreto que si una de las revistas recibía un tubazo, una noticia exclusiva, le brindaba información a la otra, para no desnivelar las ventas.
      Esa necesidad de pensar en tandas se traduce necesariamente en el territorio de la política. En ocasiones, se trata de transitar la cuerda floja, mostrando una actitud de imparcialidad. Karen De Young, periodista del Washington Post, señaló en uno de sus artículos que cuando los palestinos lanzaban un ataque militar, el departamento de Estado “condenaba” sus acciones. En cambio, si eran los israelíes los atacantes, el departamento de Estado “deploraba” el episodio. Detrás de esa aparente ponderación puede advertirse hacia donde inclina sus simpatías el departamento de Estado.

     En las décadas del treinta y del cuarenta del siglo pasado, todo era más sencillo. Por ejemplo, en América Latina, los funcionarios estadounidenses colocaban a todos nuestros dictadores en el mismo saco. Sin distingo alguno eran, básicamente, unos hijos de perra. Sólo discrepaban en el adjetivo posesivo. Cuando alguien en el departamento de Estado propuso derrocar a “ese hijo de perra” de Rafael Leonidas Trujillo, el presidente Harry Truman se opuso. Un funcionario le preguntó a Truman las razones, y éste respondió que si bien el dictador dominicano era un hijo de perra, “Es nuestro hijo de perra”.
    Ya para la década del ochenta, las cosas se hicieron más complicadas. Con guerrillas en Guatemala y el Salvador, y con un deterioro de la situación política en Honduras, donde había bases militares norteamericanas, hubo que alterar el lenguaje. En noviembre de 1984,  el Concejo Nacional de Maestros de Inglés otorgó su máximo galardón al departamento de Estado porque anunció su decisión de anular la palabra “asesinato” en sus informes sobre la situación de los derechos humanos en el mundo. Los escuadrones de la muerte en Centroamérica dejaron de asesinar, y se dedicaron a practicar “una ilegal o arbitraria supresión de la vida”.
    Organizaciones como Americas Watch, Helsinski Watch y el Comité de Abogados por los Derechos Humanos Internacionales, señalaron que una de las técnicas para distorsionar la información consistía en la evaluación de los abusos. Si el gobierno era amigo de Washington, los abusos eran “presuntos” o “basados en alegaciones”. Si el gobierno era enemigo, los abusos estaban “documentados”, o “basados en informes confiables”.
      Otra manera de desfigurar la información consistía en copiar los escritos de las empresas de seguros, que destacan en el sumario los hechos esenciales y reservan su letra microscópica para informar en el cuerpo del escrito las partes desagradables o incómodas.
      El tercer método para encubrir las violaciones a los derechos humanos era ensalzar progresos, por cierto, una técnica heredada de la Inquisición española. Si uno revisa los informes de la Inquisición entre mediados del siglo dieciocho y comienzos del siglo diecinueve, descubrirá que el Santo Oficio era crecientemente moderado, cada vez llevaba a la hoguera a menor cantidad de personas, quemaba menos libros, y criticaba con vigor abusos anteriores.

MODERADOS Y EXTREMISTAS

     El eufemismo ha alcanzado su máxima vitalidad en Medio Oriente, la única región del mundo que no deja dormir a Washington, por la simple razón de que allí está el 60 por ciento del petróleo que se consume en el mundo. Estados Unidos siempre ha necesitado aliados en la zona, a fin de enfrentar a los radicales o extremistas. Con el transcurso del tiempo las fórmulas han cambiado. La gran divisoria de aguas fue el ataque contra las torres gemelas en Manhattan, registrado el 11 de septiembre de 2001.
      En la década del ochenta, y tras el triunfo de la Revolución Islámica en Irán, Estados Unidos necesitaba incrementar sus aliados en la zona, a fin de enfrentar a los radicales o extremistas. Por lo tanto, empezó a buscar moderados. Pero era realmente muy difícil desbrozar la paja del trigo. ¿Quién era un moderado, quién era un extremista? Al final, se llegó a una disputada decisión. Moderados eran aquellos con los que se podía negociar, y extremistas, aquellos que se negaban. Rápidamente, se descubrió que la calificación era incorrecta.
      En 1987, el gobierno de Ronald Reagan se hundió en un escándalo luego de revelarse que había vendido armas a Irán, a fin de lograr la libertad de algunos rehenes. (Parte del dinero obtenido de la venta de armas fue entregado a los “contras” que intentaban derrocar al gobierno sandinista). Para salir del atolladero, las autoridades norteamericanas dijeron que sólo habían negociado con los “moderados” iraníes. El vocero presidencial Marlin Fitzwater reconoció que era casi imposible distinguir entre moderados y extremistas en el régimen del ayatola Rujola Jomeini. Pero, de todas maneras, dijo Fitzwater, existía “una diferencia semántica”. ¿En qué consistía? Fitzwater nunca lo reveló.
     Lo más interesante del caso es que funcionarios del gobierno israelí, que participaron en las negociaciones, reconocieron en un memorándum enviado al entonces vicepresidente George Bush, que estaban negociando “con los elementos más extremistas” del gobierno de Teherán, y por una simple razón: “hemos descubierto que cumplen con sus promesas, a diferencia de los moderados”.
      Si ese tipo de diferencias podía funcionar precariamente en la década del ochenta, después del 11 de septiembre de 2001 perdió vigencia. Ahora, decidir a quien se respalda es mucho más complejo.
     A medida que la guerra civil en Siria se acrecienta, hay un intenso debate en Washington sobre el respaldo a grupos rebeldes que intentan derrocar al gobierno de Damasco. ¿A quién apoyar? Obviamente a los moderados, que se oponen a los extremistas. ¿Cuáles son las credenciales que permiten distinguir al aliado bueno del aliado malo? La situación se ha complicado para el departamento de Estado pues en Siria, el grupo rebelde mejor organizado está vinculado con al-Qaida, la organización de Osama bin Laden.
     El gobierno de Siria ha tratado de aprovechar esa circunstancia a fin de llevar agua para su molino. En las últimas semanas ha realizado una intensa campaña tratando de demostrar que es el mal menor. Creo que tiene todas las de perder. Pues si al Departamento de Estado le interesa más derrocar al presidente Bashar al-Assad, que preocuparse por lo que vendrá después, transmutará los extremistas en moderados.

NADA ES NUEVO
 SALVO LO OLVIDADO

     Nadie habla ya en el lenguaje de Las preciosas ridículas. Un espejo es un espejo, no “el consejero de las gracias”. Tampoco un sillón se define como el sitio donde se desarrollan “las voluptuosidades de la conversación”. Pero persisten el eufemismo, la reticencia para nombrar, el adjetivo inapropiado para describir. Recuerdo que una vez iba en un taxi y al cruzar una esquina, el taxista señaló un edificio quemado hasta los cimientos y me preguntó: “¿Observó las consecuencias del pavoroso?” Para el taxista, pavoroso era sinónimo de incendio.
      Walter Benjamin decía que el eufemismo es “un signo mercantil que hace posible el comercio” con la ideología, y siendo un ornamento, “recibe todo su valor del aficionado”.
 Las actividades amatorias, la muerte, el arte, la política y la estrategia militar, siguen marcados por la perífrasis que congela el lenguaje, lo hace incomprensible, reduce las posibilidades de reflexionar en nuestro entorno, y nos adapta a las cosas más horrendas

[i] Es difícil traducir doublespeak.  ¿Hablar por los dos costados de la boca? Una traducción literal sería lenguaje doble. Tal vez más acertado sería eufemismo, dar rodeos, ser ambiguo, cubrirse el posterior para no incurrir en la ira de algún grupo político o social.

[ii] Otro hospital anunció la muerte de un enfermo diciendo que se trataba “de un corolario negativo en la atención de un paciente”

1 comentario:

  1. Mario: Tu artículo es extraordinario. No solo por lo interesante que resulta entender el valor del lenguaje- como bien dices- de los eufemismos, de las paráfrasis. Con el lenguaje construimos y destruimos mundos. Viene muy a propósito de lo que se vive en Venezuela con la ficción que quieren, sin poderlo, contar el chavismo. Mil felicidades por tan buen texto.

    Guadalupe Carrillo. Profesora Investigadora de la Universidad Autónoma del Estado de México.

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