lunes, 24 de junio de 2013

"De la belleza y el furor" Cómo transformar la precariedad en plenitud.



Mario Szichman


     Vivimos sumergidos en la metonimia. No respetamos la vejez: respetamos las canas. Nuestro mundo es el mundo del fragmento y del compendio. Gustave Flaubert sólo necesitó la alusión para crear ese monumento a la ironía llamado El diccionario de las ideas recibidas. Bastaba decir por ejemplo “Academia”, para que generara una serie de asociaciones: “Hay que denigrarla”, decía Flaubert, “pero intentar pertenecer a ella si uno puede”. O si se mencionaba a Aquiles, había que añadirle “el de los pies ligeros”, para hacer creer que uno había leído todo Homero.
     La vida de un intelectual transcurre entre recapitulaciones y síntesis. ¿Qué es lo importante, qué es lo accesorio? ¿Cómo lograr que la parte informe del todo?
     Carmen Virginia Carrillo ha logrado una serie de proezas en De la belleza y el furor, un libro de ensayos cuyo subtítulo: “Propuestas poéticas renovadoras en la década de los sesenta en Venezuela” delimita un territorio escasamente transitado, repleto de hallazgos y también de desafíos. Si la escritora hubiera ambicionado un ensayo tradicional, hubiera sido suficiente con usar la cronología, ubicar a los escritores en la proximidad de sus edades físicas, señalar sus afinidades y discrepancias, y crear un trabajo perfectamente virtuoso y pulcramente anodino.
    Para justificar su fijación con el relato y el ensayo de corto o mediano tamaño, su incomodidad con la novela, Borges decía que era un “desvarío vasto y empobrecedor” escribir un texto de 500 páginas cuando todo podía abreviarse en una trama de diez páginas, en una propuesta de quince. Bueno, un libro de ensayos –inclusive de ensayos dedicados a Jorge Luis Borges– no puede resumir en diez o quince páginas una época, una generación intelectual, o un proceso político. Y la estrategia mejor parece consistir en seguir trabajando el fragmento, el todo en base a sus partes, acudiendo no a la cronología sino a la topología. ¿Cuál es el anclaje de la propuesta formulada por Carmen Virginia Carrillo? ¿Qué es aquello imposible de desechar? ¿Qué se puede marginar pero sin dejar de mencionar? ¿Cómo lograr que los ecos informen de las voces?
     A veces, una solución es dar un puñetazo a esa elástica masa de datos, de información, de mezcladas listas, y dejar que la marca origine la forma del ensayo. Por supuesto, la tarea es más difícil. Y al mismo tiempo, más creadora. La angustia, o el placer de las influencias, poco tienen que ver con lo que dicta la cronología. Grandes poetas venezolanos: Caupolicán Ovalles, Francisco Pérez Perdomo, Eugenio Montejo, Ramón Palomares, Juan Calzadilla, Rafael Cadenas, Gustavo Pereira y Víctor Valera Mora entrecruzan sus voces en De la belleza y el furor. El ensamblaje de sus poemas, de sus vivencias políticas y de sus polémicas intelectuales, crece en la confrontación. Es la imaginación dialógica en toda su riqueza. No hay un solo monólogo que quede sin ser cuestionado. Nadie se queda con la última palabra.
     Carmen Virginia Carrillo ha logrado además de otra proeza. Pues no sólo se trata de revisar obras y resumirlas para que mediante la metonimia informen del todo. Ocurre que buena parte de la mejor poesía que se ha escrito en América Latina en la segunda mitad del siglo veinte han sido instaurados por los artífices de la precariedad. De una doble precariedad. No sólo porque los textos surgieron en circunstancias de peligro, o en los escasos momentos en que el escritor podía librarse de sus múltiples obligaciones, sino porque el fruto iluminado de sus palabras derivaba en publicaciones de efímera existencia.
    En De la belleza y el furor ningún artífice de la precariedad, de esa doble precariedad de crear poesía en el fulgor del peligro o de la opaca vida cotidiana, y de depositarla luego en fugaces publicaciones, ha podido eludir su pesquisa, el hallazgo inusitado, la radiante revelación. Hacer perdurar lo efímero y preservar lo imprevisible es uno de sus logros. El otro es hacer relucir una época muy especial para Venezuela. Pues otro de los problemas del ensayista es determinar exactamente donde concluye una época y empieza otra. Brecht decía que nunca se escriben volúmenes tan abultados como en esas épocas donde no pasa absolutamente nada. Afortunadamente, en la época y las circunstancias elegidas por Carmen Virginia Carrillo ocurrió de todo. Y de nuevo ¿Dónde está lo esencial, dónde está lo accesorio? Al combinar el panorama político con el horizonte intelectual, al mostrar las distintas ofertas del estado y las opciones elegidas por sus intelectuales, la ensayista muestra un período muy rico de la historia venezolana, y nos permite entender muchas cosas, inclusive una decadencia política que en su libro aparece como inevitable debido a la ceguera de los gobernantes.
    Como en El huevo de la serpiente, allí están todos los elementos que conducirían al derrumbe del proyecto burgués en Venezuela. Algunas precariedades, lejos de desaparecer, llegaron para quedarse. Lo efímero derrotó a lo permanente. Triunfó un discurso jadeante, populachero, contradictorio, repleto de falsedades, que parecía coexistir en la periferia sin poner el centro en peligro. Pero ya las apocalípticas visiones convocadas por el chavismo opositor pueden anticiparse en los poemas de Caupolicán Ovalles, o de Rafael Cadenas. Y ahora la historia intelectual de Venezuela parece transcurrir entre los profetas del pasado y los iluminados del futuro, entre quienes bajo la excusa de la modernidad desean revivir los caudillos y las guerras civiles del siglo diecinueve, y exigen al pueblo que delegue en ellos el gobierno y acepten la mentira del paraíso en la tierra, y aquellos que al reivindicar esas ominosas visiones capaces de perturbar los sueños de los venezolanos sólo buscaron despertar conciencias.
     Si alguien desea conocer la gran poesía que se escribió en Venezuela en las últimas décadas del siglo pasado, debe leer De la belleza y el furor. Los buenos libros tienen un excelente período de añejamiento. A medida que transcurren los años revelan más verdades. En el ensayo de Carmen Virginia Carrillo no sólo puede abrevarse en la creación literaria. También se pueden descubrir los planteos de los mejores intelectuales de Venezuela, el clima político en que se desarrollaron o frustraron. Son los momentos en que la ensayista se convierte en un ser imperceptible. Su tarea es pasar a un discreto segundo plano para que el lector pueda entablar un diálogo directo con los autores. Y de esa manera, De la belleza y el furor, lejos de convocar a una discordancia de voces va organizando una sinfonía, donde cada instrumento es un aporte, no una intrusión. Y en esa organización de la precariedad devenida en plenitud los autores abandonan la llanura del papel y adquieren carnalidad.
     En mi infancia eran muy populares los libros infantiles que adquirían tres dimensiones. De esos libros brotaban castillos, casas de muñecas, soldados prestos al combate. Bastaba alisar sus cubiertas para que funcionara la magia. Algo similar ocurre con De la belleza y el furor. Es suficiente ingresar a sus páginas para que surja un mundo distinto, enfurecido tal vez, pero bello. No hay mediocridad, no hay mala voluntad, no hay resentimiento, no hay humillación en sus textos. Las mejores voces de Venezuela hablan con sus voces más espléndidas. Las propuestas más utópicas y plausibles disputan criterios en un diálogo permanente. Algunos creadores celebran la exasperación, o condenan a los causantes de la desesperación. Otros celebran la pasión, a veces la tristeza, de los cuerpos entrelazados. Pero todos trabajan en una instancia superior: la de seducir al lector con sus imágenes y evocaciones y convertir esos extraños símbolos arbitrarios que se adueñan de las páginas de un libro en elementos capaces de convocar nuestras emociones, y especialmente, muy especialmente, nuestra inteligencia. 



De la belleza y el furor. Propuestas poéticas renovadoras en la década de los sesenta en Venezuela fue  editado  por  primera vez  en 2007  por “El otro el mismo” en coedición con el CDCHT de la Universidad de  los  Andes, Venezuela. Este mes salió una  segunda edición, como libro  digital, que  está  a la  venta en las tiendas de  libros  electrónicos  de los  Estados Unidos.
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