miércoles, 11 de diciembre de 2013

Realidad y ficción en la vida de un venezolano singular



 MARIO SZICHMAN



 ¿Quién es el verdadero Oswaldo Barreto Miliani? Porque, al parecer, existen dos versiones de esa persona.

Uno de ellos, descripto por Lisa St. Aubin de Teran en su excelente novela Swallowing Stones (Harper Perennial, Nueva York, 2006) parece desbordar la realidad. Se trata de un revolucionario que participó en osadas fugas –y ayudó también a otros a escapar de prisión, como a Teodoro Petkoff, el ex líder guerrillero y actual director del diario caraqueño TalCual – además de planificar revoluciones en tres continentes. El otro, a quien conozco de manera personal, es un hombre inteligente, tranquilo, versado en varias lenguas, de inagotable erudición, dotado de una personalidad muy atractiva, que escribe una espléndida columna de opinión en TalCual.

El Oswaldo Barreto Miliani mencionado por St. Aubin de Teran fue en una época, asesor de Fidel Castro y amigo del derrocado presidente chileno Salvador Allende. Conoció muy de cerca al Che Guevara, y cruzó sendas con Carlos El Chacal. Participó en la lucha por la liberación de Argelia, y conoció a uno de los más formidables y enigmáticos líderes de la revolución en el Tercer Mundo, el marroquí Mehdi Ben Barka, quien fue luego secuestrado y asesinado en París, en octubre de 1965, en un complot liderado, al parecer, por el general Muhammad Oufkir, entonces ministro del Interior de Marruecos, con la ayuda de agentes de la policía francesa, y de miembros del servicio de inteligencia de Francia (y posiblemente, del Mossad de Israel, según indicó la revista Time en una investigación publicada en 1975).

Barreto Miliani combatió contra la dictadura del general venezolano Marcos Pérez Jiménez, y fue miembro de la guerrilla que intentó derrocar al presidente Rómulo Betancourt. Fue torturado, la CIA y la KGB recopilaron con sus antecedentes un prontuario del tamaño de la guía telefónica, y, en una época, estuvo casado con una mujer que lideró la rebelión curda en Irán y ahora, septuagenaria, es considerada una diosa por sus seguidores, y es asiduamente buscada por la policía iraní. (La compañera de cuarto de su esposa se casó posteriormente con el shá de Irán y pasó a la historia con el nombre de Farah Diba).

Filósofo de profesión, Barreto Miliani siempre se las arregló para quedar involucrado en la lucha política y armada. “Soy un excelente ejemplo de un hombre conquistado para la causa”, señala en Swallowing Stones. “Nunca tuve interés alguno en la política, y tampoco deseos de pelear. Cuando era un niño, la última cosa que se me podía haber ocurrido era participar en la lucha armada. Y pese a ello, me convertí en un militante y luego en un guerrillero. Soy un pensador que se convirtió en un combatiente”. Algunas de las mejores páginas del libro están dedicadas a esa lucha que condujo a Barreto Miliani a los parajes más asombrosos e inhóspitos.

Pero ¿por qué una persona tan pacífica, tan amante de los libros, decidió empuñar las armas? Barreto Miliani cree que “si existe una cosa llamada carácter nacional, el del venezolano radica en su afición a actuar por simple impulso ... Los venezolanos tienen el hábito de lanzarse a la lucha. No porque crean en ella o les preocupe de qué se trata, sino porque la lucha está ahí, está ocurriendo, y Venezuela tiene una larga historia de arrojarse a la acción y de pelear. La mejor razón para ello es que ha surgido una buena oportunidad para hacerlo”. No es una mala caracterización para un país que ha dado al Libertador Simón Bolívar.



RECORRIENDO EL CAMINO



Escrito con gusto y con pasión, Swallowing Stones, es un excepcional texto que tiene como protagonista a un hombre absorbido por las corrientes revolucionarias de la región del Caribe durante las décadas del sesenta y del setenta, cuando Fidel Castro y el Che eran los íconos de la lucha armada. (St. Aubin de Teran ofrece un extraordinario retrato íntimo de Castro en su época de su mayor esplendor, que ayuda a explicar ciertos rasgos de su carácter).

Pero, a riesgo de ponerse insistente, ¿es esta la verdadera historia de Oswaldo Barreto Miliani? ¿Donde concluye la biografía y empieza la novela? ¿Existen puntos de contacto entre el Barreto Miliani real y su alter ego? Inclusive la escritora admite haberse tomado “las libertades más diabólicas” con el personaje.



APARTES



El personaje del gran Oswaldo Barreto Miliani constituye parte de la magia que me ha formado como escritor. Una magia que a veces me asusta un poco. En 1971, publiqué en Buenos Aires una versión corregida de mi primera novela, Crónica falsa.  La versión original me pareció tan deplorable que bauticé a la segunda escritura La verdadera crónica falsa. Es otra novela, escasamente parecida a la primera. Incorpora también personajes. Uno de ellos se llama Laura, y en ese momento no conocía una mujer que se llamara Laura, aunque el personaje que describí estaba dotado de la inteligencia, la valentía, la humanidad de la mujer que conocí más tarde con el nombre de Laura y con la cual viví 36 años.

Cuando leí la novela de Lisa St. Aubin de Teran no conocía la ciudad de Valera, en el estado venezolano de Trujillo. La visité en mayo de 2012, cuando fui invitado por el Núcleo Rafael Rangel de la Universidad de Los Andes, a conversar sobre mi trilogía de la patria boba. Sentí que el tiempo se detenía y empezaba a vivir en el mundo de Faulkner. Un mundo donde todos conocen a todos, y en el cual el diálogo es absolutamente faulkneriano. Esto es, cada personaje remite a otro personaje, a sus antepasados, y a sus historias. Hasta el escenario trujillano parecía faulkneriano, con sus fincas, sus fondas, y el recuerdo de personajes, muertos pero presentes, o ausentes, pero aún dominantes en la memoria de sus vecinos. No había Snopes, o Compson en Valera, pero perduraban seres bigger than life. Y todos recordaban a la familia Barreto.

Mis anfitriones me señalaron una finca. Y me contaron la historia de sus dueños, y el romance de uno de ellos con Lisa St. Aubin de Teran. En esa época era otro el apellido de la novelista. Su enamorado la había conocido en Londres, se había casado con ella y la había llevado a vivir con él a las afueras de Valera. Lisa era apenas una adolescente, que no sabía una palabra de español. El dueño de la finca solía abandonarla a veces, sin comida, y ella tenía que arreglarse como pudiese. Fue una experiencia increíblemente ardua, pero templó la fibra de Lisa, que tras abandonar Venezuela escribió varios libros sobre sus vivencias. Uno de ellos se titula La Hacienda.

Y ahora voy a rebobinar el relato.

Recuerdo que cuando trabajaba en The Associated Press, le hice una entrevista por correo electrónico a Barreto Miliani. No parecía muy satisfecho con el retrato forjado por la novelista en Swallowing Stones.

 “A Lisa (St. Aubin de Teran) la conocí cuando era todavía un adolescente y yo andaba por los barrios de Londres en una de mis escapadas”, me contó el biografiado. “Vino luego a Venezuela, donde permaneció siete años, recolectando material para utilizarlo en numerosos libros. Swallowing Stones no es sino uno de sus libros ... En base a algunos hechos reales que ella conoce por haber sido hasta ahora una de mis más consecuentes y cercanas amigas, construye un mundo de deliciosa fantasía que, como tal, como fantasía, no tiene nada que ver con la realidad”.

Barreto Miliani rechazó “Y seguiré rechazando toda tentativa de publicar cualquier tipo de trabajo donde se tome el libro como biografía y no como novela”.

¿Existe alguna manera de frenar la controversia? ¿Podría el verdadero Oswaldo Barreto Miliani ponerse de pie y alzar la mano? Me parece imposible. Para bien o para mal, Barreto Miliani es más trujillano que caraqueño. El hogar de sus ancestros lo sigue marcando. Además, en Trujillo, cuando hay que elegir entre la verdad y la leyenda, los trujillanos, de manera invariable, eligen la leyenda.






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