miércoles, 24 de diciembre de 2014

Cómo inmortalizarse en el poder: La magia del apellido


Mario Szichman




El dramaturgo Arthur Miller decía que el único propósito de fumar era encender cigarrillos flamantes. “Uno fuma”, decía Miller, “con la esperanza de acercar un fósforo al próximo cigarrillo”.
Siempre me ha fascinado el poder. En realidad, el vicio del poder, ese hábito de gobernar por gobernar, seguir mandando por un período de tiempo cada vez más prolongado. Es el hábito de aferrarse a una silla en un palacio, y no soltarla. Fumar un cigarrillo tras otro, consumir los días fiscalizando el trono.
¿Hay algún hombre fuerte deseoso de mejorar la condición de los gobernados? Lo dudo, y no porque tenga una maldad intrínseca. Puede tratarse del ser humano más bondadoso del mundo, pero el día solo tiene veinticuatro horas. Quien más tiempo permanece en el poder, más horas debe dedicar a preservar su cuerpo de las balas enemigas. La historia de la Revolución Mexicana está repleta de caudillos que del llano pasaron a la tumba, tras un corto interregno donde creyeron que eran inmunes.
Los caudillos son involuntarios filósofos del pesimismo pues están convencidos de la imposibilidad de mejorar la especie humana en pocos años. Si nuestra especie prospera, es a lo largo de los siglos, aunque su colapso suele requerir apenas una generación, como lo verificaron Adolf Hitler, José Stalin y una pléyade de salvadores de la patria.
Es fastidioso instalarse en la cima del poder. La soledad está plagada de cortesanos. A los poderosos les aburren y molestan las críticas, son siempre niños que exigen constantes caricias en su cabeza. Y la inevitable alternativa son los lisonjeros, seres bastante aburridos.
Controlar un gobierno por encima del tiempo estipulado debe ser una de las tareas más monótonas y arduas del mundo, pero ayuda si se cuenta con otros miembros de la familia.
Una de las figuras más famosas de la política inglesa fue Oliver Cromwell (1599–1658). Después de la decapitación del rey Carlos I se convirtió en Lord Protector de Inglaterra, Escocia e Irlanda, aunque a nivel personal, nunca encontró la protección adecuada. Cromwell vivía aterrado. Cada día lo acosaba la pesadilla de ser asesinado. Dicen que dormía con dos pistolas bajo su almohada, y cambiaba de domicilio con gran frecuencia.
Aunque murió en su cama, la inmortalidad lo alcanzó. Su hijo, Richard, lo sucedió como Lord Protector y posiblemente fue involuntario causante de su incómoda eternidad. El hijo era peor que el padre, y para completar la desdicha, carecía de influencia en el parlamento y en el ejército. Finalmente, fue destituido en 1659, meses después del fallecimiento de su progenitor. Y ahí comenzó la segunda vida, la eterna muerte de Cromwell. Ya hablaremos de ella.

EL OTOÑO DE LOS PATRIARCAS

Cuando se habla de la perpetuación del poder, no podemos descuidar América Latina, pues uno de los ingredientes más interesantes de su política es la conversión de las repúblicas en dinastías. Los lazos de sangre o conyugales acaban con los preceptos democráticos, aunque facilitan la conservación del poder.
En Cuba, Fidel Castro y Raúl Castro se han turnado en el gobierno desde el triunfo de la Revolución Cubana en 1959. Fidel fue primer ministro de Cuba desde 1959 hasta 1976; ese año pasó de primer ministro a presidente, y en el 2008 fue sustituido por Raúl. En total, el apellido Castro ha gobernado Cuba durante más de medio siglo, sin interrupción alguna. Hay pocos ejemplos en la historia, aunque la Reina Victoria estuvo sentada en el trono de Inglaterra durante 64 años.
Cada modelo exitoso genera comparsas. Medio siglo en el poder despierta embeleso y el intento de rivalizar. Uno de los más fascinados con el ejemplo de Cuba fue el presidente de Venezuela Hugo Chávez Frías, otro líder indiscutible e irremplazable, quien fue reemplazado en abril de 2013 por Nicolás Maduro, tras fallecer de cáncer, a los 58 años de edad. Era inmortal, como lo proclamaban diariamente sus corifeos de turno, y le resultaba imposible concebir su propia muerte.
El apellido Chávez ha generado más lumbreras que el apellido Castro. Hay un Adán Chávez, gobernador de Barinas; hay un Aníbal José Chávez Frías, alcalde del Municipio Alberto Arvelo Torrealba, en Sabaneta, también en el estado Barinas; está Asdrúbal Chávez, primo del extinto presidente, a cargo del ministerio del Poder Popular de Petróleo y Minería de Venezuela, y también María Gabriela Chávez,  hija de Hugo Chávez, y quien pese a su juventud (tiene 33 años) detenta ahora el cargo de “embajadora alterna” en las Naciones Unidas.
Si Hugo Chávez era un devoto admirador de Fidel Castro ¿Por qué no lo imitó también en la descendencia política? Varios de sus hermanos podrían haber heredado su legado. Algunos alegan que existían problemas constitucionales. Sin embargo, la manera displicente con que el chavismo maneja la Constitución y las leyes en Venezuela desmiente esa hipótesis. Es obvio que si Chávez hubiera querido dejar otro Chávez en el Palacio de Miraflores, las normas jurídicas se hubieran estirado como un chicle para acomodar a otro portador del apellido. De todas formas, aún no se ha dicho la última palabra en Venezuela. Si con el propósito de apuntalar el régimen se requiere un chavismo con el apellido Chávez, María Gabriela Chávez seguramente saltará al ruedo para salvar el país.
En la Argentina la perpetuación de las dinastías políticas se ha dado por el lado conyugal. Juan Perón fracasó en el intento de llevar como compañera de fórmula para su segundo mandato a su esposa, Eva Duarte de Perón. Los militares se opusieron y Perón tuvo que llevar como candidato a vicepresidente a Jazmín Hortensio Quijano, quien falleció poco después. Perón asumió por segunda vez la presidencia sin la compañía de su compañero de fórmula. El cargo vacante fue ocupado por el almirante Alberto Tessaire, como resultado de nuevas elecciones, en abril de 1954.
Cuando Perón regresó a la Argentina y al poder, en 1973, consiguió imponer como compañera de fórmula a su tercera esposa, María Isabel Martínez. Perón falleció el 1º de julio de 1974 e Isabel Perón lo reemplazó, hasta que en marzo de 1976, una junta militar la derrocó.
El modelo impuesto por Perón tuvo una réplica en el matrimonio de Néstor Kirchner y Cristina Fernández. Kirchner fue sucedido por su cónyuge. La presidenta de Argentina debe abandonar el cargo en el 2015, y ya en las alas del peronismo aguarda su hijo: Máximo Kirchner, inevitablemente, otro genio político.
El único problema que tuvo esa sucesión presidencial fue el fallecimiento de Néstor Kirchner en la flor de su edad. De no haber sido por ese traspié, seguramente se
habría presentado en el 2015 como candidato a suceder a su esposa, y la rotación hubiera persistido hasta que la muerte los separara. Pero es necesaria la suerte y la longevidad de los Castro para garantizar el continuismo.
La costumbre de los presidentes en ejercicio de reemplazarse a sí mismos en el poder se ha diseminado en América Latina como el fuego en una pradera. No solo Chávez logró su reelección, también Evo Morales en Bolivia. José Manuel Santos lo intentó en Colombia, pero una Corte Constitucional vetó sus anhelos de servir al pueblo. En Ecuador, Rafael Correa consiguió que un tribunal legalizara la relección indefinida y podemos apostar que seguirá mandando luego del 2017. ¿Y por qué no? Ha gobernado de manera tan excepcional que puede seguir haciéndolo hasta que pase a la inmortalidad.  Correa, como otros gobernantes de su calidad, ha demostrado que el poder pertenece a los elegidos. Si alguien en algunos países de América sueña con ser presidente, pues deberá esperar sentado a que el Yo el Supremo de turno entregue su alma al Señor.
Sin embargo, en todos los casos antes reseñados, y eso resulta afortunado, aquello que protege la vida no es endosado por la muerte. Y el ejemplo de Cromwell es bienvenido.
El 30 de enero de 1661, casi tres años después de su muerte, y al cumplirse el duodécimo aniversario de la ejecución de Carlos I, el cadáver del dictador fue exhumado de la Abadía de Westminster, y sometido a una ejecución póstuma. El descompuesto cadáver de Cromwell fue colgado de cadenas en Tyburn, y luego arrojado a una fosa común. Su cabeza fue emplazada en una pértiga a las puertas de Westminster Hall, la parte más antigua del Palacio de Westminster. Allí permaneció hasta 1685. Durante 27 años posteriores a su muerte, la cabeza de Cromwell fue exhibida por sus enemigos como un trofeo. Luego fue cambiando de manos, y, en 1814 vendida a un tal Josiah Henry Wilkinson, según nos informa Wikipedia. El ánima de Cromwell debió esperar hasta 1960 para que fuesen congregados parte de sus restos humanos en un solo lugar, el Sidney Sussex College, en Cambridge.

Quizás uno de los peores errores de Cromwell fue dejar el poder en manos de su inepto hijo. Un convencido líder republicano terminó cediendo a las tentaciones de la sucesión monárquica y al llamado de la sangre. Es un buen ejemplo de que perpetuarse en el poder no garantiza la inmortalidad.

3 comentarios:

  1. Y para agregar a esta larga lista, señalemos que en Cuba ya asoma la figura de Alejandro Castro Espín, hijo de Raúl y Vilma, general del ejército y listo para recoger el centro de su padre y su tío

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  2. perdón, el cetro (maldito autocorrector!!!!!)

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  3. Daniel, gracias por el comentario. Qué lástima que ignoraba ese importante dato. Pronto Cuba tendrá una dinastía política como la de Corea del Norte.

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