domingo, 22 de marzo de 2015

Solo leyendo a Lewis Carroll se puede entender la Venezuela actual

 Mario Szichman
"Debemos permitir al jurado
analizar el veredicto”,  dijo el Rey.
… “¡No, no! Dijo la Reina,
primero viene la sentencia, solo después
viene el veredicto”.

Lewis Carroll
Alicia a través del espejo



Hace catorce años que escribo para el periódico Tal Cual de Caracas, Venezuela. El país se halla muy presente en mi vida,  y también en mis pesadillas. Estoy en contacto diario con periodistas, y con muchos amigos, tratando de entender su devenir. Cuando empecé a colaborar con el periódico, a comienzos del 2001, –una de las primeras notas fue un reportaje sobre el ataque a las torres gemelas del World Trade Center– el presidente Hugo Chávez Frías acababa de iniciar su mandato, se vivía en una Venezuela en transición, entre la Cuarta y la Quinta República. Era un país conflictivo, es cierto, pero, al mismo tiempo, una de las democracias más sólidas de América Latina, con una clara división de poderes. Exiliados de todas las dictaduras militares del subcontinente encontraron refugio en Venezuela.
Adecos (socialdemócratas) y copeyanos (socialcristianos) se turnaban en el poder, es cierto, pero había amplio espacio para la disidencia. La corrupción era grande en la Venezuela Saudita que forjaron Carlos Andrés Pérez, en menor medida Rafael Caldera, y también el copeyano Luis Herrera Campins, y el adeco Jaime Lusinchi. Pero funcionarios corruptos eran destituidos e iban a parar a la cárcel. Un jefe de policía ordenó asesinar a un abogado que ponía en peligro su carrera, y tanto el poderoso funcionario, como varios de sus subordinados terminaron presos.
Recuerdo un chiste que me contaba mi padre, y que circulaba en la Unión Soviética de José Stalin. Cuando le preguntaban a un muyik, un campesino ruso, qué régimen prefería, el hombre expresaba sus simpatías por el derrocado zar pues, según explicaba: “Aunque el zar también nos caía a palos, al menos nos dejaba llorar”.  
En la Venezuela Saudita o de la Cuarta República, permitían a la gente llorar, y también patalear. Siempre pensé que el momento más glorioso de Estados Unidos fue cuando obligaron a Richard Nixon a renunciar, tras el escándalo de Watergate. Una democracia sólida es capaz de resistir cualquier temporal, inclusive la destitución de su magistrado supremo por mala conducta en el ejercicio de sus funciones. Y los venezolanos se dieron el lujo de hacer lo mismo con Carlos Andrés Pérez. En mayo de 1993 Pérez se convirtió en el primer presidente de Venezuela en ser destituido del cargo por la Corte Suprema, tras ser acusado de haber cometido malversación de fondos por unos 250 millones de bolívares. Por cierto, en esa época, 250 millones de bolívares eran una gran cantidad de dinero. En la actualidad, serían unos 3.900 dólares, o quizás menos, pues durante el chavismo el Bolívar fuerte ha perdido gran parte de su valor. Un amigo me decía que si una persona era detenida en Venezuela por enriquecimiento ilícito, al cabo de uno o dos años de cárcel los magistrados se verían obligados a cambiarle la figura jurídica por la de empobrecimiento ilícito.
Y ahora, en un rápido zoom, marchemos al presente.  
En la tarde del 19 de febrero de 2015 un grupo numeroso de hombres armados, algunos con sus rostros cubiertos, ingresaron en las oficinas de Antonio Ledezma, el alcalde metropolitano de Caracas. Algunos portaban rifles de asalto; otros, pistolas, y al menos uno cargaba con un escudo protector, de esos empleados por la policía para enfrentar disturbios.
Los hombres armados, que no se identificaron, rompieron con una mandarria la puerta de vidrio de la oficina de Ledezma. Cuando el alcalde exigió que le mostraran la orden, sus atacantes respondieron con insultos.  
Según el diario TalCual, Ledezma exigió a sus captores mostrar la orden de arresto. Y la respuesta “de un supuesto comisario del Sebin, que dirigió el ataque”, fue “¡Qué bolas tienes tú!”, para luego “entre empujones y golpes, llevarse al alcalde detenido”.
De acuerdo a la revista británica The Economist, “El abogado del alcalde dijo que alrededor de 80 hombres participaron en el operativo”. El semanario añadió: “Barack Obama envió menos soldados para matar a Osama bin Laden”.

CRUZANDO EL RUBICÓN

No voy a dar muchos detalles sobre la situación actual en Venezuela. Creo que al menos de soslayo, muchos lectores están al tanto de lo que ocurre. El país, una de las economías más prósperas de América Latina, está en la lona. A comienzos de este siglo, el presidente Hugo Chávez Frías podía disponer de arcas repletas de dólares, y trató de ayudar a todo el mundo. Así surgió PetroCaribe, que abastece con crudo barato a varias naciones del Mar de la Felicidad. También se diseñaron otros programas que subsidiaron combustible para calefacción en comunidades pobres de Estados Unidos, y mantuvieron bajo el precio de la gasolina en los autobuses londinenses. Venezuela ayudó con préstamos a países como Nicaragua y Bolivia, y auxilió en parte la campaña electoral de Cristina Kirchner en la Argentina.  
El “escándalo de la valija”, “escándalo del maletín”, “maletinazo”, “maletagate” o “valijagate”, comenzó cuando Guido Antonini Wilson, un empresario venezolano-estadounidense, llegó a la Argentina el 4 de agosto de 2007, con una maleta donde había 790.550 dólares que no había declarado a su llegada y que fueron decomisados. El caso tuvo una amplia repercusión porque se registró durante la campaña presidencial de Cristina Kirchner. Una de las hipótesis era que el dinero estaba destinado a las arcas kirchneristas. Los implicados declararon su total inocencia.

EL DERRUMBE

Como dicen en España, “Quita y no pon, se acaba el montón”. En un momento determinado, posiblemente en las postrimerías del gobierno de Chávez, el despilfarro, y la corrupción, pusieron fin a la prosperidad. Y cuando hablo de corrupción no uso fuentes opositoras al gobierno sino al ex ministro de Finanzas y Planificación Jorge Giordani, a quien Maduro envió a otras trincheras de lucha luego  de que éste denunció el robo de más de 20.000 millones de dólares por los llamados “empresarios de maletín”, que obtenían dólares a precios preferenciales, y luego conseguían pantagruélicas ganancias en el mercado negro.
Giordani es ahora considerado un traidor por algunos sectores del oficialismo por decir que el fracaso económico del chavismo había convertido a Venezuela en “casi el hazmerreír de América Latina” y que el gobierno caraqueño tenía “El toque de Midas, pero al revés”.  
Pero la realidad de Venezuela se asemeja más a la explicada por Giordani que a la urdida por el gobierno. Largas colas a la puerta de los supermercados son la señal más visible de la escasez de productos esenciales. La inflación, de más del 60 por ciento anual, podría llegar a la hiperinflación (tres dígitos o más) en los próximos meses. El sistema de salud pública ha colapsado. The Wall Street Journal indicó en un reportaje reciente que enfermos terminales son devueltos a sus hogares porque en los hospitales faltan insumos esenciales. En un hospital infantil fueron ubicados bebés en escritorios de oficina, porque no había suficientes cunas. El jefe de unidad de cirugía cardiovascular en un importante centro de salud dijo: “Pacientes que van al hospital para encontrar la vida encuentran en cambio la muerte”. (Comenté el reportaje en un artículo de Tal Cual  http://www.talcualdigital.com/Nota/visor.aspx?id=114206).
Dos o tres días después de la divulgación del artículo de The Wall Street Journal, el presidente Nicolás Maduro destituyó a la ministra del Poder Popular para la Salud, Nancy Pérez Sierra, sin dar explicación alguna. Se limitó a decir que la ex funcionaria “Va a nuevas trincheras de lucha, con toda su fuerza de chavista íntegra y auténtica”. Es curioso que Maduro haya comparado el sistema de salud pública con una trinchera de lucha, un sitio donde generalmente las alternativas son matar o morir, no curar a un enfermo.  
Aunque el panorama que reseñamos muestra los resultados de una forma de poder político, no exhibe su mecanismo. Y en ese sentido la literatura ofrece datos que el periodismo muy difícilmente pueda brindar.
Ya el escritor Augusto Roa Bastos había aludido al extraño mundo en que navegan los gobiernos latinoamericanos cuando dijo que de haber nacido Kafka en el Paraguay, hubiera sido un costumbrista. Creo, sin embargo, que para examinar la Venezuela actual hay otro escritor que puede explicar mejor el modus operandi del sistema político: Lewis Carroll, y sus novelas Alicia en el país de las maravillas, y Alicia en el país del espejo.  
En ambos libros Lewis Carroll mostró que en regímenes autoritarios todo lo que necesita ser rígido, de repente se transforma en maleable. En un sistema tradicional, la ley debe ser imparcial, y aplicarse a todos por igual, en lugar de convertirse en un objeto elástico que autoriza la arbitrariedad. Por ejemplo, otorgando impunidad a los partidarios del gobierno, y castigando de manera exclusiva a sus enemigos.
El escritor usa a las figuras del Rey y la Reina –no olvidemos que Gran Bretaña es una monarquía– para mostrar cómo un poder omnímodo puede trastornar la vida de los ciudadanos. El primer ejemplo es el juego. El segundo es la justicia.
En Alicia en el país de las maravillas se disputa un juego de croquet acatando unas reglas muy extrañas. “Alicia nunca había visto en su vida semejante terreno para jugar al croquet”, dice el autor. En vez de ser un terreno liso, estaba repleto de crestas y surcos. Pero además, las pelotas eran erizos, los flamencos solían ser utilizados como baquetas y un grupo de soldados debía contorsionarse para formar los arcos. Los participantes jugaban todos al mismo tiempo, en vez de aguardar sus respectivos turnos, y cuando a la Reina le disgustaba algún jugador, ordenaba que le cortaran la cabeza.



“No creo que sea un juego limpio”, dijo Alicia al gato de Cheshire. “Todos se pelean de manera desagradable” y “no existe regla alguna. Además, todo resulta muy confuso” pues los implementos del juego “están vivos”. 



Nadie supone que la Venezuela que anocheció con el arresto de Ledezma es la misma del día anterior. En un artículo en The New York Times con el título “Arresto de alcalde acusado de sedición profundiza la sensación de crisis en Venezuela”, el corresponsal Girish Gupta dijo que según “sugieren muchos críticos del gobierno”, la detención de Ledezma “es una manera de silenciar a la oposición, antes de las elecciones legislativas” de diciembre.
¿Cuáles son las pruebas contra Ledezma? Nadie lo sabe. De nuevo Lewis Carroll nos brinda una clave para entender lo que está acaeciendo en Venezuela. A la flexibilidad de un juego de croquet en el que nadie gana, se suma en Alicia a través del espejo una singular noción de la justicia. La Reina narra el drama del mensajero del Rey. “Él se halla ahora en prisión, y lo están castigando. El proceso no comenzará hasta el próximo miércoles, y por supuesto, la perpetración del crimen vendrá recién al final”.


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