miércoles, 16 de marzo de 2016

¿Quién es realmente Jeremy Wilson? Ni él mismo parece saberlo


Mario Szichman





      Podría llamarse Jeremy Wilson. O Jeremiah Asimov-Beckingham,  o Jeremy Clark-Erskine, o Jeremy Keenan. O Angus Jocko Ferguson. O Duncan C. MacDonald. Hay más nombres en su lista de apodos.
     Es posible que haya nacido en Indianapolis, en julio de 1973, aunque no es totalmente seguro, dijo The New York Times.
      El hombre que se hizo pasar por Jeremiah Asimov-Beckingham ingresó a una jefatura policial en Chelsea, un distrito de Manhattan, el 4 de enero pasado. Dijo que era un veterano de la guerra de Afganistán. Había sido herido en combate, y trabajaba como ejecutivo de una aerolínea. Venía a recoger su vehículo.  
    Su flamante automóvil BMW había sido incautado por las autoridades municipales, como evidencia en un crimen. En realidad, se trataba de una trampa que le tendió la policía para capturarlo. El hombre había estado librando cheques falsos en Cambridge, Massachusetts, y se apropió de 70.000 dólares y del BMW. El automóvil fue localizado en un garaje de Manhattan. Un oficial de la policía leyó al señor Asimov-Beckingham sus derechos, especialmente el derecho a no autoincriminarse, y lo acusó de robo.  
     Tras algunos interrogatorios y pesquisas, se verificó que el nombre del ladrón no era Asimov-Beckingham. Nunca había sido herido en combate. En realidad, nunca había participado en escaramuza alguna. Jamás había pasado por un cuartel o por una academia militar.
    El documento más viejo del ladrón, su certificado de nacimiento, lo identificaba como Jeremy Wilson. Se ignora si es realmente su certificado de nacimiento, o una falsificación más.
       Las autoridades dicen que el presunto Jeremy Wilson ha pasado un cuarto de siglo robando documentos del Seguro Social, e inventando nombres, apellidos y profesiones.
       Lo que hace tan interesante su caso es que no se trata de un gran estafador. En realidad, pertenece a la categoría del perdedor nato. Carece del glamour de Frank William Abagnale, que entre los 15 y los 21 años de edad se hizo pasar por piloto de aerolíneas, docente auxiliar, médico, agente de la Oficina Federal de Prisiones, y abogado. Tras ser capturado y pasar algunos años en prisión, Abagnale fue asesor del FBI. Luego creó una empresa de seguridad, y se encargó de capturar a estafadores menos exitosos que él. (Su figura fue inmortalizada por Leonardo di Caprio en el filme Catch me If you can.)
      Seis semanas antes de ser apresado por la policía de Manhattan, Jeremy Wilson había salido de una prisión federal de New Hampshire, tras cumplir seis años de condena por robo de documentos de identidad. En esa ocasión, era conocido como Jeremy Clark-Erskine. Pero el diario dijo que cuenta con más de 27 identidades diferentes agenciadas en cinco estados norteamericanos. Su partida de nacimiento ha sido alterada en varias ocasiones. Ni siquiera se sabe en qué país nació. Ha sido deportado en más de una ocasión como inmigrante ilegal.
       Wilson asevera que su verdadero nombre es Jeremy Keenan y que es un hijo del amor. Su presunto padre sería Brian Keenan, un miembro del Ejército Republicano Irlandés que lideró una campaña de atentados en Gran Bretaña en la década del setenta del siglo pasado, y luego desempeñó un papel en el proceso de paz de Irlanda del Norte. Keenan falleció en el 2008.
       Wilson dijo que está en condiciones de confirmar su aseveración. Su madre tuvo un breve affair con el guerrillero irlandés a comienzos de la década del setenta, y él es producto de esa relación. También señala que realizó tareas clandestinas para el ERI en la década del noventa, aunque se niega a ofrecer fechas. La mayor parte de la década del noventa Wilson visitó diferentes prisiones federales en Estados Unidos, en ocasiones, por plazos prolongados. Se ignora cómo hizo para estar simultáneamente en dos países a la vez.
       Entre sus impersonations figuran la de un disc jockey nacido en Escocia, un actor teatral entrenado en Cambridge, un oficial de las Fuerzas Especiales de Estados Unidos, y un profesor del Instituto Tecnológico de Massachusetts. También se ha presentado en distintos lugares como ejecutivo de las firmas Microsoft, British Airways y Apple. Cuando estuvo preso en una cárcel de Indiana su acento irlandés era tan perfecto, que su compañero de celda quedó convencido que era un gánster procedente de Irlanda.
      Louis B. Schlesinger, profesor de psicología forense, dijo a The New York Times  que personas como Wilson se caracterizan por sus egos inflados: “Cuando algo no es grandioso, es al menos extraordinario”, Además, les resulta imposible sentir empatía por sus víctimas. “Todo es de ellos”, señaló Schlesinger. “Ven un reloj de marca y piensan que les pertenece. El problema es que el reloj adorna la muñeca de otra persona”.  
        Lo interesante del caso es que ese tipo de psicópatas nunca inspiran plena confianza. Tienen talento para engañar a sus semejantes, pero nunca para convencerlos totalmente del engaño. Hasta la víctima más inocente sabe que existe algo raro en sus manejos. El problema es que el embaucador miente con excesivo detalle, y suele cargar con numerosos documentos que necesita mostrar al potencial defraudado. En ocasiones, sin exigencia alguna.  
       Pero, esa fluctuante personalidad ¿es un defecto o una virtud? Quizás se trata de una virtud. El con man, el estafador, prospera en base al exceso de testimonios que suele ser acompañado por múltiples silencios. Es como la versión oral de un narrador. Las amplias lagunas en sus disquisiciones obligan a la víctima a reclamar más antecedentes, una manera de explicar que no es un incauto. Y no hay peor incauto que quien anhela desenmascarar a un tramposo.
El reportaje de The New York Times da un buen ejemplo al mencionar la manera en que Wilson enredó en sus manejos a la señora Miryam Weisberg. La mujer fue pareja de Wilson durante algunos meses, a comienzos de 2006.
       Cuando la mujer puso en entredicho sus credenciales, Wilson la convenció de que era un exsoldado y había hecho tours of duty en Afganistán. Sus historias tenían el sabor de la verdad. Un mitómano nunca se aferra a lo convencional o a lo trillado. Es capaz de explicar la herida causada por una cuchillada con la sencillez y pormenores de un patólogo forense.
        “Gracias a él”, dijo la señora Weisberg, “conocí más detalles sobre la rutina militar” que en cualquier otra parte. Y eso, de labios de un hombre que nunca sirvió bajo bandera.
        El idilio entre la señora Weisberg y Wilson concluyó bruscamente cuando el galán le robó el carro y sus tarjetas de crédito, y huyó hacia Canadá.

LA DOBLE VIDA DE UN ESTAFADOR

         Si se analiza la vida de Frank Abagnale, el héroe de Catch me If you can, podrá verificarse que los estafadores inician su doble vida a edad temprana. Toda la vida de crimen de Abagnale transcurrió entre los 15 y los 21 años de edad. Ahora es un respetable pilar de la comunidad. En el caso de Wilson, comenzó a timar al prójimo en Indianápolis, cuando era estudiante de un colegio secundario administrado por jesuitas. Llegaba a clases en una silla de ruedas, alegando haber sufrido un accidente, para conquistar la simpatía de sus compañeros. Fue expulsado poco después, tras robar dinero a otros estudiantes.  Abandonó el colegio caminando por su cuenta, sin dificultad alguna.
         Su hogar estuvo poblado de dificultades financieras, y de cambiantes figuras parentales. Eso podría explicar algo de su conducta posterior, pero no la justifica. La niñez y adolescencia de Stephen King no fue precisamente un lecho de rosas, y sin embargo, en lugar de usar la imaginación para delinquir, creó novelas excepcionales.
          El abuelo de Wilson intentó actuar como figura paterna, y se lo llevó a vivir con él tras su primera infracción, que incluyó el robo de un automóvil. En pago por la protección del abuelo, Wilson le robó el vehículo y sus tarjetas de crédito. A partir de ese momento, el abuelo decidió que la justicia, no la familia, debía encargarse del ingrato.
        En su larga carrera criminal, Wilson desempeñó variados oficios. Reid Reimers, un profesor de arte dramático, lo conoció en Missoula, Montana. En esa época tenía el nombre de Angus Jocko Ferguson y exhibía vastos conocimientos en materia teatral. Al menos Reimers quedó fascinado con su sabiduría. El impostor aseguró que había estudiado en Cambridge, Inglaterra. Conocía a Shakespeare al dedillo. Podía recitar de memoria largos monólogos del bardo sin cometer error alguno.
       “Dada la cantidad de veces que el señor Wilson ha sido arrestado”, dijo el periódico, “es difícil considerar su carrera un gran éxito”. A mediados de la década del noventa, pasó bastante tiempo en prisiones de Ohio y de Pensilvania. También fue arrestado varios meses en 1999 y en el 2000 por las autoridades de inmigración, luego de intentar ingresar al estado de Washington desde la Columbia Británica usando dos pasaportes falsos, uno canadiense y otro de la República de Irlanda.
       En el 2001 fue condenado en Indiana a ocho años de cárcel tras usar tarjetas de crédito que no le pertenecían y gastar 7.400 dólares en strip clubs y en hoteles. En esa época se hacía llamar Duncan C. MacDonald, y decía ser ejecutivo de Microsoft.
      Conmovió a varias de sus víctimas con sus odiseas familiares, y fue protegido hasta que les robó el automóvil, o las tarjetas de crédito, o ambas cosas a la vez. Una de sus historias favoritas era su hijo, un niño adorable que se estaba muriendo de cáncer. El sueño del hijo era conocer la Gran Muralla de China antes de morir. Todos pueden dar cuenta de la existencia de la Gran Muralla de China. Nadie puede dar cuenta del hijo de Wilson, porque no existe.
      En una entrevista que le hizo The New York Times a comienzos de año, Wilson dijo que era fácil engañar a sus víctimas. “Los seres humanos no solo tienen tendencia a creer en otros”, dijo. “También sienten la necesidad de creer en otros”.
      Aseguró que no siente remordimiento alguno por estafar a bancos y empresas que emiten tarjetas de crédito, pero sí angustia por haber engañado a personas que le brindaron su amistad.
      ¿Admite sus delitos? Solo aquellos por los cuales sirvió penas de prisión. “En general, lo que se dice de mí es cierto en su mayor parte”, reconoce. Pero no comenta acerca de las nuevas acusaciones, pues podrían obligarlo a pasar varios años más en la cárcel.
      ¿Quién es realmente Jeremy Wilson? “Nadie puede decirlo”, señala el sospechoso. En realidad, nadie puede confirmar con absoluta certeza su existencia.




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