domingo, 7 de agosto de 2016

La conciencia de Zeno, de Italo Svevo: La gran comedia humana



Mario Szichman

“Tal vez, en la evaluación final,
La obra más importante de Jaimes Joyce
No es el Ulises, sino el descubrimiento
De Italo Svevo”.
The Daily Telegraph





¿Necesitan las novelas ser editadas con sex appeal? Estoy absolutamente convencido.
La primera vez que leí La conciencia de Zeno, de Italo Svevo (Ettore Schmitz), fue en Buenos Aires. La excelente traducción es de Atilio Dabini, para la prestigiosa editorial Santiago Rueda. Pero hay un problema,  una de las grandes novelas cómicas del siglo veinte, que puede competir de igual a igual con Catch–22, de Joseph Heller, o con The Horse´s Mouth, de Joyce Cary, tiene una portada que podría haber sido usada para divulgar un tratado de medicina legal. Es muy adusta, carente de todo atractivo.


Si bien Svevo está a la par con Heller o con Cary, goza de un prestigio adicional: su amistad con James Joyce. En su reciente ensayo, James Joyce and Italo Svevo, the story of a friendship, Stanley Price señala el vínculo que unió a ambos autores desde que Schmitz, de origen judío, conoció a Joyce, de origen irlandés, en Trieste. Schmitz se convertiría luego en el más famoso personaje de Joyce, Leopold Bloom, el protagonista de Ulises. Además, consiguió  usar el monólogo interior con tanta sapiencia y mejor sentido del humor que el narrador irlandés.

LAS DOS CARAS DE ZENO

Svevo fue un exitoso hombre de negocios. Trabajaba en una empresa fabricante de pinturas para barcos, propiedad de la familia de su esposa. Ansioso por mejorar su inglés, se dirigió a la escuela de idiomas Berlitz, en la cual Joyce era uno de los profesores. En el momento del encuentro, en 1907, Joyce tenía 25 años, y Svevo 45.  
Al principio, el escritor irlandés temió que su alumno fuese un aburrido empresario. Pero Svevo estaba muy al tanto de la literatura europea, y hablaba varios idiomas. En cuanto a Svevo, dice Price, se mostró complacido de encontrar en su joven profesor a un intelectual con un conocimiento literario tan vasto como el suyo, quizás mayor.
Así se desarrolló una amistad que se prolongó el resto de sus vidas. Al menos en la faena de escribir, ambos se consideraban a la misma altura.  
La gran diferencia entre esos autores era que Svevo mostraba grandes dudas sobre su talento de narrador, en tanto Joyce siempre estuvo convencido de su genio. No solo eso: de acuerdo a Price, el autor irlandés “poseía la adicional aptitud de convencer a otros que era realmente un genio”.
Si bien Joyce nunca fue una persona generosa, en el caso de Svevo hizo una excepción. Además de dar aliento al indeciso Svevo, fue uno de los principales instigadores en divulgar La conciencia de Zeno (1923), en influyentes círculos parisinos. Así logró abrir a Svevo el camino a la fama.

PSICOANÁLISIS Y HUMOR

La misma inseguridad que afectó la carrera literaria de Svevo –publicó su más famosa novela cuando tenía 62 años de edad, y sus previas narraciones, como Una vida (1892) y Senilidad (1898) no tuvieron en su primera edición repercusión alguna– garantizó finalmente su fama póstuma.
La conciencia de Zeno es la conciencia de su autor. La fragilidad de sus convicciones, sus tenaces titubeos, su testarudez cuando necesita ser dúctil, convierten a la novela en una joya de humor.
Henri Bergson, en su ensayo La Risa, decía que la principal fuente del humor es la rigidez. Si alguien está caminando por una calle, y hay una fosa, y sin advertirlo, cae en ella, eso es motivo de hilaridad. El ser humano necesita ser maleable para afrontar las dificultades.
¿Qué es lo que convierte a Don Quijote en un personaje cómico? Su incapacidad de adaptación. Nunca se doblega. Arremete contra los villanos, aunque se trate de molinos de viento, defiende a todo trance a viudas y seres indefensos, e ignora los infinitos matices de la condición humana. Cree que todos los seres deben vivir en libertad, y cuando el pícaro de Ginesillo de Pasamonte reclama abandonar las galeras, don Quijote asiente. Por supuesto, luego choca con la dura realidad. Una vez el caballero andante exige a las huestes de Ginesillo que carguen con sus cadenas y recorran media España para entregárselas a Dulcinea del Toboso, en prenda de sumisión, a fin de permitir a la dama admirar las proezas de su desconocido galán, la respuesta de los penados es propinarle una buena paliza.
La conciencia de Zeno es el presunto diario personal de un hombre cuyo psicoanalista le recomienda tomar apuntes de sus peripecias cotidianas, a fin de conocerse mejor. Se trata de cinco historias relacionadas: la intención de Zeno de abandonar el cigarrillo (Ni él mismo puede dar cuenta de la cantidad de cigarrillos que han sido los últimos en fumar, cada uno de esos propósitos finaliza en un desopilante fracaso) la muerte de su padre, la historia del cortejo de tres hermanas: Ada, Alberta y Augusta, quizás la mejor parte de la novela, la historia de su infidelidad, y el recuento de la frustrada sociedad financiera con uno de sus cuñados.
El relato de Zeno es un curioso roman à clef . Es como si Svevo hubiera deseado burlarse de su alter ego, el digno empresario Schmitz. Que un autor se anime a la autocrítica con tanta lúcida ferocidad, y al mismo tiempo con tal calidez humana, es, tal vez, su logro mayor.
Una buena muestra es la parte dedicada al cortejo de las hermanas Malfenti, Ada, Alberta y Augusta. Zeno parece poner siempre el carro antes que los caballos. Un día, tras conocer a otro empresario, Giovanni Malfenti, decide que debe contraer matrimonio, pues Giovanni tiene tres hijas casaderas. Parecería que el propósito de Zeno es enamorar a alguna de las hijas por simple afecto hacia esa figura paternal.
Casi de inmediato, luego de una visita a la casa de Giovanni, Zeno cae perdidamente enamorado de Ada. Ignora señales evidentes de que la dama no tiene interés alguno en ser su esposa. Para convertirse en habitué del hogar, y tras enterarse de las veleidades musicales de los Malfenti, el protagonista anuncia que toca el violín. Una de las hermanas toca el piano, y de esa manera, Zeno tiene la ocasión de visitar la vivienda de los Malfenti de manera constante. Zeno no es precisamente un virtuoso del violín, aunque nadie se anima a criticar su técnica.
Hasta que un día, Zeno encuentra en la calle a su idolatrada Ada, acompañada de un galán, Guido. Es obvio que Ada está fascinada con Guido, y no tiene interés alguno en Zeno. Pero el protagonista es ciego ante la relación de Ada y Guido, y continúa con sus ilusiones, convencido que finalmente conquistará el corazón de la dama.
Ansiosa por mostrar las virtudes de Guido ante Zeno, Ada lo invita a una velada donde Guido tocará el violín.
“¡Un violinista!” piensa Zeno devastado al recibir la información. “Si es cierto que maneja el violín tan bien como se dice, estoy perdido”.  En ese momento reconoce que fue un terrible error tocar el violín en la casa de los Malfenti. El protagonista había usado el violín como excusa para visitar el hogar de Ada, pero la intromisión de Guido echa por tierra sus planes. Es imposible que los Malfenti no adviertan que Zeno es un pésimo violinista, al compararlo con un virtuoso como Guido.
Por supuesto, la velada revela las carencias de Zeno como violinista, y profundiza el amor de Ada por Guido. Pero, lejos de hacerlo abandonar sus intentos por seducir a Ada, Zeno persiste y comete una serie de gaffes que ensanchan la brecha entre ambos.

HACER EL AMOR

El cortejo resulta fascinante por la perspicacia con que Italo Svevo muestra las vastas diferencias de propósitos entre el hombre y la mujer, cuando se trata de enfrentar el juego del amor, Zeno solo cree en la pasión erótica. Las hermanas Malfenti, en cambio, están más preocupadas por la perpetuación de la especie. 
Y de esa manera, Zeno va pasando por todos los estados de la incertidumbre emocional. Tras ser rechazado por Ada, y luego por Alberta, termina atrapado por las redes de Augusta, la menos bella de los Malfenti.
Svevo despliega una gran perspicacia psicológica, y una suave ironía al mostrar el proceso. El autor es un poco un semidios, observando con placidez, desde las alturas, la manera en que un hombre, sin perder la lucidez, se convierte en un perfecto idiota al enamorarse. A poco de andar, la menos bella de las Malfenti deviene la Dulcinea de Zeno. El autor tiene la sabiduría, de mostrar que Augusta merece el amor de Zeno. Es una mujer fiel, apasionada, inteligente, y protectora.
Como nota al pie, también Ada se transfigura. Mientras en el frustrado cortejo de Zeno mostraba su desdén y su frialdad con el galán, todo cambia una vez se convierte en su cuñada. Es una cuñada leal, que respeta a Zeno, y hace todo lo posible para que sea feliz con Augusta.
Svevo también ofrece prácticas muestras de que el amor es ciego. Una vez Zeno acepta a Augusta, hasta el rostro de su prometida cambia. Augusta padece de estrabismo. Pero su bizquera se transfigura mágicamente en el momento en que Zeno cae rendidamente enamorado de la joven.
Al final de la novela, Zeno, que intenta curar su inseguridad yendo a un psicoanalista, concluye mostrando serias dudas sobre la cura de la palabra. Cuando decide terminar el tratamiento, el psicoanalista pierde su aura y se convierte en un ser humano, con los mismos defectos que el resto de los mortales. Inclusive es muy mezquino. El diario de Zeno es luego publicado por el psicoanalista a fin de avergonzar a su paciente, en venganza porque ha decidido interrumpir sus sesiones.
El comentario de Zeno sobre su psicoanalista es bastante luminoso. “Creo que es la única persona en este mundo que, si oye que deseo ir a la cama con dos bellas mujeres, solo se preguntará: ´ ¿Cuáles serían las encubiertas razones para que ese hombre desee ir a la cama con dos mujeres?´”
La conciencia de Zeno parece indicar que la vida carece de todo sentido; al menos, el que nos empeñamos en atribuirle. Nacemos y morimos casi siempre por casualidad, y en ese inexplicable transcurrir por el mundo, solo el deseo nos ordena acometer las más grandes empresas y a perpetrar las más soberanas tonterías. Pues en definitiva, como indicaba el libro de Job, “Toda la vida es una tentación prolija”.

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