domingo, 25 de septiembre de 2016

Caleb Williams: La novela gótica, y la pesadilla de la persecución política


Mario Szichman



En 1794, William Godwin, publicó Things as They Are; or, The Adventures of Caleb Williams, una novela que nunca ha pasado de moda en el mundo de habla inglesa. (Godwin pasó también a la fama de manera colateral. Su hija, Mary Wollstonecraft Godwin, luego Mary Shelley, escribió Frankenstein: or, The Modern Prometheus (1818).
Godwin consideró Caleb Williams un complemento a su ensayo An Enquiry Concerning the Principles of Political Justice, una de las bases del anarquismo filosófico. La novela generó una formidable reacción, a favor y en contra, y terminó sepultando en el olvido al ensayo.
Caleb Williams fue publicada cinco años después de la toma de la Bastilla y del inicio de la Revolución Francesa. Y es obvio que Godwin simpatizaba con ella, aunque un año antes de la publicación de su relato, en 1793, se inició el Reino del Terror que sufrió sus estertores finales una vez la cabeza de Maximiliano Robespierre fue separada de su cuerpo por Madame Guillotine.  
La intención política de Godwin al describir las aventuras de Caleb Williams era cuestionar el poder del rey George III y de su primer ministro William Pitt. Una justicia omnímoda, uno de los temas de Caleb Williams, es lo más parecido a la injusticia.
Inclusive la fecha de publicación del texto, el 12 de mayo de 1794, era una clara denuncia del autoritarismo de la corona británica. Pues ese día, Pitt suspendió el habeas corpus[i] y ordenó arrestos en masa de presuntos radicales.
David Punter, en su ensayo The Literature of Terror, un análisis de la ficción gótica, ubica a Caleb Williams en una trilogía,  junto con Melmoth the Wanderer, de Charles Robert Maturin, y Confessions of a Justified Sinner, de James Hogg.
El crítico literario Walter Allen dijo que la novela de Hogg, un examen del fanatismo religioso, “es la representación más convincente del poder del mal en nuestra literatura”. En cuanto a Melmoth, la trama, al principio sencilla, se complica hasta convertirse en una pesadilla para el lector. El protagonista es un erudito que vende su alma al demonio a cambio de obtener 150 años de vida adicional. Melmoth viaja por el mundo en busca de alguien que lo pueda reemplazar en su odisea, un poco en el estilo de El judío errante. Pero la narración, aunque espléndida, en ocasiones es confusa. Cada relato va inserto en otro, y cada protagonista que tropieza con Melmoth, tiene su propia historia que contar.
William Godwin
En ese sentido, Caleb Williams es el más moderno relato de los tres, una maravilla de organización.  El propio autor explicó la confección de la novela, diciendo que su intención era crear una aventura ficticia, “que se distinguiera por un interés muy poderoso”. Para eso, “inventé primero el tercer volumen de mi relato, luego el segundo, y al final, el primero”. Su proyecto era crear una novela “de huida y persecución. El fugitivo debía padecer la perpetua aprensión de ser abrumado por las peores calamidades, y el perseguidor prevalecer siempre, por su inteligencia y sus recursos”.
En el comienzo, Godwin intentó la tercera persona. “Pero rápidamente quedé insatisfecho. Luego pasé a la primera persona, y convertí al héroe de mi relato en su propio historiador”.
Aunque el objetivo de Godwin era denunciar la intolerancia política y el peso de la autoridad, su modelo, curiosamente, fue el cuento Barba Azul, “ese admirable espécimen de lo aterrador. Falkland fue mi Barba Azul, encargado de perpetrar crímenes atroces”. En la imaginación de Godwin, Caleb Williams desempeñaba el papel de la esposa de Barba Azul, “quien, pese a las advertencias, persistía en sus intentos por revelar el vedado secreto”.

HERENCIAS

Caleb Williams, un joven inteligente y de escasos ingresos, es contratado como secretario de un rico hacendado, Ferdinando Falkland. Al principio, Falkland parece el héroe de la historia. Es un hombre decidido a proteger a su secretario, y es conocido por su don de gentes, su respeto al semejante, su caridad, su sentido de la justicia. En la primera parte, Godwin construye la historia de Falkland, y el lector queda de inmediato prendado de sus atributos.
Hasta que un día, por ciertas discretas averiguaciones, Caleb Williams descubre que Falkland cometió un asesinato, librándose de un odioso enemigo. Falkland se entera que Caleb ha descubierto su secreto, y decide convertirlo en su prisionero, para que nunca lo denuncie. Caleb huye de la mansión de Falkland, y el resto de la novela se basa en sus peripecias para eludir a un ser omnímodo, que siempre descubre sus numerosos escondites.
Falkland es un ser sobrenatural, un dios caído. Además de perseguir de manera interminable a Caleb a través de sus secuaces, también lo protege. Lo único que exige a cambio es que Caleb prometa no revelar su secreto. Pero ¿quién es Caleb en realidad? ¿Qué parte de su persecución es real, o simple paranoia?
En muchas ocasiones Caleb interpreta mal las intenciones de su amo y les otorga un incomprensible matiz malévolo. Eso lo obliga a una eterna fuga, acompañada de nuevas represalias, y de la ruina de su reputación. 

SECUELAS Y RETORNOS

El descenso del protagonista en el abismo de la persecución, ha generado innumerables secuelas. (Quizás la última, o seguramente penúltima, es la serie de televisión y la película El Fugitivo).
Uno de sus derivados es Rogue Male, de Geoffrey Household. El protagonista, tras intentar el asesinato de un dictador de Europa central, huye a Londres, y allí es acosado por funcionarios del régimen. Existe algo uncanny, siniestro, en esa persecución. Household nunca se preocupó –afortunadamente– de aclarar cómo agentes de un servicio secreto podían perseguir al frustrado asesino prácticamente por toda Gran Bretaña, y descubrir su minúsculo escondite.
(Ver “Rogue Male”, de Geoffrey Household. El frustrado intento (narrativo) de asesinar a Hitler http://marioszichman.blogspot.com.es/2016/08/rogue-male-de-geoffrey-household-el.html).
En The Romantic Novel in England, Robert Kiely dice que en la novela gótica, “Confrontación y ruptura no son elementales temas de ficción, sino problemas estructurales y estilísticos”.  Y añade: “las novelas románticas florecen como plantas parásitas en estructuras cuya ruina es la fuente de su vitalidad”.
Uno de sus vigorosos herederos es William Faulkner. En novelas como El sonido y la furia, y especialmente en Absalom, Absalom, surgen las bondades y dificultades del género gótico. Perseguir su trama es como perseguir a un fugitivo. Hay que hacer múltiples rodeos, tropezar con los infinitos obstáculos de cruzadas genealogías, para arribar finalmente al descubrimiento del pecado original.
No hay seres humanos en Absalom, Absalom, pero abundan los prototipos. Y como brazo ejecutor, surge una religión implacable que, en sus variantes extremas, lejos de asegurar el triunfo de los buenos, y la erradicación de los malos, ha decidido que a Dios le complace jugar a los dados con el universo.
Es innegable que Godwin quiso encarnar en Falkland una justicia autoritaria, que finge imparcialidad, aunque su balanza está siempre inclinada a favor de los poderosos. No hay ser humano que cuente con las facultades del hacendado –sin importar su fortuna– para perseguir un enemigo. Solo puede hacerlo un estado. Solo podía hacerlo William Pitt con los disidentes. Además, debe tomarse en cuenta el molde en que fue vaciado Caleb Williams. La novela gótica no podía eludir su configuración metafísica, y anomalías que lejos de dañarla, le brindaron un prodigioso vigor.





[i] El habeas corpus es una institución jurídica que persigue "evitar los arrestos y detenciones arbitrarias" asegurando los derechos básicos de la víctima, algunos de ellos tan elementales como son estar vivo y consciente, ser escuchado por la justicia y poder saber de qué se le acusa. Para ello existe la obligación de presentar a todo detenido en un plazo preventivo determinado ante el juez de instrucción, quien podría ordenar la libertad inmediata del detenido si no encontrara motivo suficiente de arresto. (Wikipedia). En la Venezuela chavista, esa figura jurídica que protege al ser humano del abuso de toda autoridad, ha desaparecido.

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