miércoles, 19 de octubre de 2016

Las drogas y el Tercer Reich


Mario Szichman
                                               Hitler y Theodor Morell


Como decía Marlon Brando en El Padrino, “I'm gonna make him an offer he can´t refuseLe haré una oferta que no podrá rechazar. No recuerdo exactamente a quien le hacía la oferta don Vito Corleone. Creo que la formulaba a un cantante primerizo (posiblemente una transparente alusión a Frank Sinatra), quien deseaba romper su contrato con un director de orquesta (quizás Tommy Dorsey).  Es probable que la oferta del Godfather haya sido acompañada de una desagradable amenaza.
Yo también recibí a comienzos del 2013 una oferta que al principio me sentí tentado a rechazar. No estaba acompañada de amenaza alguna, pero me costaba vislumbrar los resultados. La profesora Carmen Virginia Carrillo me formuló la oferta de iniciar un blog. Le pregunté qué sentido tenía hacer esa tarea. No soy muy adicto a la electrónica o los gadgets. Mi teléfono celular pertenece a la época prehistórica. Mi computadora tiene similar antigüedad. En realidad, sigo añorando mi laptop Radio Shack. Tenía una diminuta pantalla que permitía observar apenas seis líneas de texto, encendido instantáneo, contaba con un frame muy sólido, ocupaba poco espacio, y todo se ejecutaba en un nítido blanco y negro.  (Creo que no aceptaba imágenes).
Tres años después de la oferta imposible de rechazar, mi blog cuenta con 361 artículos. A un promedio de cinco páginas por artículo, son 1.800 páginas que escribí en 36 meses.
Eso me ha obligado a leer, y a releer libros, como si fuese un poseído. He logrado resucitar algunos de mis cuentos, hablar de algunos proyectos narrativos, y lo más agradable, pude concretar varios de ellos. El blog se ha convertido en un saludable monstruo que consume mucho papel –además de ayudar a plasmar ideas.
¿Acaso este post no era sobre las drogas y el Tercer Reich? Prometo arribar a ese punto en escasos párrafos más.  
Hay un antes del blog y después del blog. Antes de la creación del blog, tenía como proyecto escribir una novela sobre Adolf Hitler. Poco antes de iniciar la escritura de este blog, decidí cancelar el proyecto. Y si el proyecto pude finalizarlo, fue gracias al blog.

LA FIGURA DEL MAL

El 13 de junio de 2013, escribí en mi blog un artículo titulado “El brazo erecto de Hitler”. Me preguntaba, en ese trabajo, si era posible escribir una buena narración sobre Hitler.
Hitler es el personaje más reseñado de la historia. (En segundo lugar figura Napoleón Bonaparte). El relato más inquietante sobre Hitler fue escrito por el cuentista británico Roald Dahl, quien siempre logró combinar la ironía y el horror, aunque, al mismo tiempo, hizo maravillas en el territorio de la literatura infantil. Dahl trataba a sus lectores como adultos, y no temía prodigar a su audiencia cuentos de un humor muy sombrío.
En uno de sus relatos, Dahl mostraba a una pobre mujer observando al médico de la familia mientras auscultaba a su pequeño hijo. El niño padecía de fiebre, y al parecer, no pasaría la noche. Pero el médico hacía lo posible y lo imposible por salvar al niño. Luego de varias horas de esfuerzo lograba rescatarlo de la agonía. La mujer, bañada en lágrimas, agradecía y bendecía al médico que había consumado el milagro. La mujer del relato se llamaba Klara Pölzl, y su hijo era Adolf Hitler.
Hace algunos días comenté en este blog la novela de Ron Hansen, Hitler´s Niece. Hansen llevó a cabo la hazaña de contar la vida de Hitler desde el punto de vista de su sobrina, Geli Raubal, con quien el führer vivió uno de los más sórdidos episodios de su sórdida vida romántica. Geli se suicidó en 1931, cuando tenía 23 años de edad.
Otro escritor que intentó y logró parcialmente mostrar qué clase de engendro era Hitler, fue Norman Mailer en su última novela: The Castle in the Forest.
        En lugar de colocar a Hitler en el papel de líder del Tercer Reich, Mailer intentó vincular la malevolencia del Führer con su familia y con su infancia. Es un relato alegórico con muy buenos momentos. Tal vez el mejor es cuando Alois, el padre de Hitler, un criador de abejas, explica a su hijo que “en la colmena no hay buenos cristianos, o caridad alguna. No hay en las colmenas abejas demasiado débiles para trabajar. Y eso ocurre porque se liberan muy rápido de los inválidos. Las abejas solo obedecen una ley”, que es la ley del más fuerte. El padre de Hitler explica que para proteger la buena colmena, “el resto de las abejas de la colonia deben ser exterminadas con gas”.  Es el momento en que la aprensión se transforma en presagio.

LA IMPOSIBILIDAD
DE ESCRIBIR SOBRE HITLER

En varias ocasiones pensé en escribir una novela con Hitler como protagonista. Y en mi blog del 2013, dije que había desistido del intento porque se había escrito demasiado sobre él. Bueno, la novela ya está concluida. No solo analiza a Hitler, sino al nazismo. Ya explicaré por qué no hubiera podido escribirla sin ese maravilloso talismán que es un blog.

EL VINO NUEVO EN ODRES VIEJOS

Hace algunos días leí en The Times Literary Supplement una reseña del libro de Norman Ohler Blitzed, que tiene como subtítulo Drugs in Nazi Germany. (Editorial Allen Lane, de Londres).  
El libro parte de una premisa muy irónica. Hitler se vanagloriaba de ser vegetariano. Pero Ohler dice que a partir de 1941, el doctor Theodor Morell administró al líder nazi tantas substancias animales a su torrente sanguíneo, “que era imposible considerarlo un vegetariano”.
Anna Katharina Schaffner, encargada de reseñar el libro, dice que durante los gobiernos de la República de Weimar (1919-1933), los nazis consideraron la drogadicción una muestra más de la “degenerada cultura” liberal. Sin embargo, una vez llegaron al poder, introdujeron su “intoxicación social”: constantes desfiles con antorchas, grandes concentraciones humanas, insistente música marcial. Era necesario diluir al individuo en la idealizada versión de pueblo. Debía abandonar sus egoístas preocupaciones, y marchar al unísono, y sin pensar. El propósito era reconquistar la gloria de una Alemania abyecta y derrotada.  Pero pronto los jefes nazis descubrieron la necesidad de otros estímulos para recuperar territorios irredentos, y destruir a las potencias victoriosas en la primera guerra mundial.
En Blitzed, Ohler dice que una encubierta política del estado fue confiar en toda clase de barbitúricos para impulsar “el indomable espíritu de lucha de la raza aria”.
En 1937, laboratorios alemanes empezaron a fabricar Pervitin, una metanfetamina que se convirtió en “Volksdroge”, la droga del pueblo. Era consumida, según el autor, por amas de casa, estudiantes, y obreros no calificados. Fue también distribuida “en grandes cantidades” en las fuerzas armadas. Ohler menciona  que la droga: “cayó en medio del público como una bomba, se diseminó como un virus, se vendió como pan caliente, y se hizo tan popular como una taza de café”.
Pervitin  incrementaba la energía de quien la ingería, mejoraba su desempeño, lo mantenía alerta, y reducía las ganas de comer. Y, algo muy importante para un ejército invasor: suprimía las ganas de dormir.
La droga ofreció a la Wehrmacht de Hitler una gran ventaja, especialmente al comenzar la guerra relámpago. Polonia y Francia fueron conquistadas en escasos días. El vertiginoso avance de los nazis a través de las Ardenas rumbo a la ciudad fronteriza de Sedan, fue posible gracias a que los soldados alemanes estuvieron tres días y noches completos sin dormir. Todo, gracias a Pervitin.

El libro de Ohler trabaja la insania del Tercer Reich a través de la drogadicción de varios de sus dirigentes y su devastadora influencia en la conducción de la guerra. Tanto la euforia inicial como el descalabro final, parecen los síntomas de exaltación y de withdrawal de un drogadicto.  
Un ejemplo que cita el autor es el de la retirada de Dunquerque por parte de las tropas aliadas. Unos 340.000 soldados británicos, franceses, y belgas, lograron escapar a Gran Bretaña en toda clase de embarcaciones, luego que Hitler ordenó frenar la persecución del enemigo. Quien aconsejó a Hitler esa medida fue Hermann Goering, Reichsminister de Aviación, un drogadicto que pasó la guerra  “en un sueño de morfina”.
Goering dijo al Führer que era imprescindible poner fin a las victorias de los generales nazis en Francia. Existía el peligro de que algunos de ellos adquirieran más fama que Hitler, y lo derrocaran. Goering propuso como alternativa atacar a los aliados en fuga usando la fuerza aérea. Fue un absoluto fracaso.
Por supuesto, el drogadicto mayor fue el propio Hitler, cuyo médico personal, el doctor Theodor Morell, lo convirtió en su favorito conejo de Indias. Abundan las historias sobre la súbita declinación física de Hitler en los últimos años de la guerra. Algunos lo atribuyen al avance del Mal de Parkinson. Ohler menciona en cambio la poderosa influencia de Morell en el deterioro físico del líder. El médico le administraba a Hitler Eukodal, un alcaloide considerado dos veces más poderoso que la morfina, y pariente cercano de la heroína. Además, lo abastecía con varias drogas experimentales en base a hormonas, esteroides y vitaminas.
Otro médico que trató a Hitler luego del fallido intento de asesinato de julio de 1944, dijo que el líder “consumía entre 120 y 150 tabletas, y recibía entre ocho y diez inyecciones por semana”.

CUANDO LO IMPOSIBLE
SE HACE POSIBLE

Voy a ser muy sucinto, pues la novela no ha sido aún publicada. Si pude escribir la novela sobre Adolf Hitler, algo que previamente consideraba imposible, fue gracias a la estructura que proporciona un blog (además del asesoramiento constante de la profesora Carrillo).  Lo más parecido a un blog es el pizarrón que usaban los cineastas en la época dorada de Hollwyood, y que a veces emerge en filmes modernos, como en Bowfinger, una estupenda comedia protagonizada por Steve Martin. El pizarrón tiene fijadas con tachuelas quince o veinte escenas. Es el treatment que sigue las leyes de Aristóteles, con su comienzo, medio y final. 
El narrador necesita visualizar sus personajes en el espacio y en el tiempo. Pues muchas cosas ocurren simultáneamente en la vida de varios seres humanos. En ese sentido, el blog es como un cajón de sastre. Hay distintos artículos que abarcan diferentes temas. El narrador puede saltar de uno al otro, en el mismo espacio temporal. Y sin sensación de agobio. Antes del blog, pensaba en cada episodio como único. Después del blog, cada episodio era una pieza en un tablero, factible de ser desplazada en todas direcciones, o eliminada.
Cuando se escribe una novela en el viejo estilo, el texto parece esculpido en piedra. Uno teme alterar la historia, mover los personajes, avanzar o retroceder en el tiempo.
Afortunadamente, la ductilidad de la computadora, y esa pantalla de proyección que es el blog, permite observar el conjunto como algo desmontable y abierto a toda clase de ensamblaje. ¿Por qué tal personaje debe enamorarse de un ser humano en especial? ¿Por qué un set piece tiene que ocurrir en el tercer capítulo, y no en el quinto? Nada está esculpido en piedra.  
Hay ciertos temores que desalientan a los escritores: el temor de la página en blanco, el temor a quedar bloqueado, el temor a no saber qué decir. Pero el blog brinda la disciplina necesaria para producir. Y de manera constante.
Tal vez la novela no es la misma que pensé al comienzo –en ese comienzo en el cual también pensé que era imposible llevarla a cabo. Tuve que alterar la perspectiva. La profesora Carrillo recomendó un cambio de enfoque, y ampliar el elenco nazi, con figuras como el ministro de Propaganda Joseph Goebbels,  el líder de las SS Heinrich Himmler, el encargado de La Solución Final del Problema Judío, Adolf Eichmann, y otros caracteres bastante siniestros. La novela transita varios países, dos décadas de historia europea y Argentina, tiene un héroe que me encanta, una heroína de la cual estoy fervorosamente enamorado, y un final feliz. Pero además, está terminada. Cuando comencé el blog, en el 2013, lo único que tenía concluida era la convicción de que esa novela era imposible de escribir.  
Nunca me voy a arrepentir de la oferta que me hizo la profesora Carrillo. Y si puedo prodigar un consejo es éste: todo aquello que signifique una nueva tarea, y su derivada obligación de cumplirla, posee los atributos de una bendición. Hay que agradecer al cielo que hayamos sido elegidos para finalizarla.



No hay comentarios:

Publicar un comentario