domingo, 11 de diciembre de 2016

Las primeras 100.000 visitas

Mario Szichman


                                                                        Para la profesora Carmen Virginia Carrillo.

Sin ella, este blog no existiría.
Tampoco una sola de las novelas 
de las cuales me siento tan orgulloso.


Creo que fue en abril de 2013 cuando la profesora Carmen Virginia me propuso la idea de crear un blog. Respondí como el Chapulín Colorado, más rápido que inmediatamente. Le dije: “No”. Tenía excelentes motivos, de los cuales, no recuerdo uno solo. Pero creo que mi renuencia a crear un blog estaba relacionada con la ostentación. Desde poco después de nacer, hasta antes de morir, abundamos en disfraces y adulteradas imágenes. El blog requería llevar foto del autor. Recordé algunas fotos de intelectuales latinoamericanos. En la mayoría, abundaban los ceños fruncidos, proliferaban las barbas, las muecas de malhumor, los ojos atormentados, y todo aquello que sugería una mente más proclive a cultivar las musas, que a buscar el favor del público, aunque todos ellos, en su alma recóndita, se pondrían de rodillas para conseguirlo.
Pero además ¿de qué escribir? Si contaba mis proyectos literarios quedaría en una posición vulnerable. ¿Cuántos proyectos avanzarían, cuantos serían arrojados al cesto de los desperdicios? ¿Qué tal si hacía crítica de libros, de películas de obras de teatro? ¿Me animaría a comentar la actualidad política? Y en ese caso ¿qué tipo de crítica? ¿Contra quien podría arremeter a nivel político.
Existe algo muy desafortunado en la profesora Carrillo: tiene respuestas para todo. Es una de las —numerosas— virtudes que la hacen imbatible. Además, tras sus modales corteses, es muy empecinada. Ella sabe, con palabras del Libertador, que con modo todo se puede.
Puse una serie de trabas. Una mejor que la otra. Vengo de la época de la máquina de escribir. Me costó muchísimo adaptarme a la computadora. Ignoraba cómo se hacía una página Web, o como colgar una foto. Desconocía la parafernalia que acompañaba a esas páginas. Ese fue uno de mis irrebatibles argumentos. Con amable certeza, le expliqué a la profesora Carrillo los escollos. Caso cerrado … La profesora Carrillo destruyó mis irrebatibles argumentos uno tras otro, en un santiamén. Entre su destrezas –tarde me enteré—conocía todo lo relacionado con las páginas Web.
Ya no sabía qué inventar. ¿The writer´s block? Pero ese padecimiento afectaba a eximios autores, como Herman Melville, o a algunos escasamente eximios, como Ernesto Sábato. Después de todo, mi carrera en las letras empezó como periodista, no como escritor. (Parafraseando a otro grande entre los grandes, Anton Chejov, puedo decir que el periodismo es mi esposa legítima, y la literatura mi amante). Nadie dura diez minutos en una sala de redacción con the writer´s block. Por lo tanto, nunca sufrí la enfermedad. Y sin embargo, conseguí aferrarme a una buena excusa. Sí, era cierto, podía escribir. Pero ¿qué temas debería abordar? ¿A qué público dirigirme? Era algo difícil de imaginar.
Por lo tanto, hice un pacto con la profesora Carrillo: comenzaría a escribir para el blog, pero con un plazo de prueba. Si la cosa no funcionaba, digamos a los tres o seis meses, cancelaría el proyecto.
Pero el cuento tuvo un final feliz. (Adoro los finales felices).
Es una suerte que así como el apetito viene comiendo, la escritura viene escribiendo. A medida que fui escribiendo artículos, logré descubrir las ventajas de tener un blog, y también el formato más accesible.
La escritura tiene su código, sus reglas. No escribimos del mismo modo un soneto que un verso libre. En su Filosofía de Composición Edgar Allan Poe tuvo la desfachatez de mostrar la mecánica de escribir poemas. Una de las razones por las cuales sus aspirantes a colegas lo odiarán hasta la eternidad. Al parecer, cada obra maestra necesita prestigiarse en base a la presunta dificultad afrontada por el creador, y Poe hacía creer que escribir versos inmortales era puro coser y cantar.  (T.S. Elliot escribió una respuesta al ensayo de Poe donde usó vitriolo en lugar de tinta).
En este momento, tras sintetizar las ideas que esbozó Poe en su ensayo, debería pasar a otro tema. Y ahora voy a exhibir una de las ventajas del blog. Si estuviese en una sala de redacción e insistiese en el argumento, vendría el editor con su lápiz rojo (una figura del pasado, ya nadie usa lápiz rojo en las redacciones, todo se hace a través de la computadora) y anularía los párrafos redundantes.
Pero seguiré con Poe, porque éste blog me pertenece. Por cierto, la Filosofía de Composición debería convertirse en un texto de lectura obligatoria para los poetas, pues ahorra muchísimo tiempo de trabajo. Y además, le serrucha el pedestal a las nulidades engreídas.
Poe quiso destruir la idea de que los poetas han sido uncidos por la mano del Señor, una idea que divulgó con gran brío Baudelaire, y que abrió el camino a gran cantidad de escritores malditos, como el gran Rimbaud. El poeta norteamericano arremetió en su trabajo contra Coleridge y otros colegas que creían en las musas y en la inspiración divina. Consideraba esos argumentos simples excusas de intelectuales perezosos. Para eso mencionó uno de sus poemas más famosos: The Raven.  En primer lugar, el poema tenía que ser corto, para poder ser leído “en una sola sentada”. (Ya veremos que ese consejo se transmitió también al cine).
Poe indicó luego que no existía intuición en el artista, o espontaneidad alguna. La escritura era como cualquier otro oficio, una tarea metódica, analítica. Y si ningún otro autor antes que él había admitido su argumento, era porque destruiría la fachada de ser superior creada por los literatos. Según Poe, los escritores temían que el público “espiara entre bastidores”, y descubriera “sus cautelosas elecciones y rechazos”.  Tras una serie de sugerencias, Poe concluía con otro devastador mazazo: un poema, o cualquier otra obra de ficción, sólo podía ser redactado luego de  que el autor decidiera el final, el “efecto” que deseaba causar en los espectadores. O, lo que es lo mismo, había que escribir de atrás para adelante. En ese caso ¿dónde quedaba la inspiración? Y una vez conseguido el efecto, era necesario buscar los seres necesarios para encarnarlo. En el caso de The Raven, “la muerte de una bella mujer … es, sin duda alguna, el tópico más poético en el mundo”. Y el cuervo, un gran símbolo de la muerte.
Aunque Eliot habría asesinado a Poe si lo hubiera tenido a su alcance, otros creyeron a pie juntillas en los consejos del poeta. Entre ellos, uno dijo que los consejos habían tenido “la principal influencia en mi obra”. El caballero se llamaba Maurice Ravel.

FORMATOS

Woody Allen decía que pese a toda clase de inventos, seguimos siendo aristotélicos. Las obras de teatro deben constar de tres actos (bueno, William Shakespeare prefería las obras de cinco actos, pero es un dato sin importancia), las novelas nunca exceder las 250 páginas –olvídense de La guerra  la paz, o de A la búsqueda del tiempo perdido, son simples anomalías—y los filmes durar exactamente noventa minutos. Fue la única vez que Woody acertó. No conozco muchos filmes que sigan siendo fascinantes al minuto noventa y uno. (Jack Warner, uno de los hermanos que creó la productora Warner Brothers, aseguraba contar con un método infalible para detectar el momento exacto en que debía concluir una película. Era cuando estaba sentado en la sala de filmación, y sentía que empezaba a picarle el behind. Generalmente, eso ocurría a partir de los ochenta y cuatro minutos de proyección).
En ese contexto, creo que cada post en un blog debe oscilar entre las 1.500 y las 2.000 palabras como máximo, aunque temo que este post excederá la cifra, pues, como se sabe, la función de las reglas es ser transgredidas. Más allá de esa normativa, cuyo único propósito es no aburrir al lector, en el post podemos hablar de todo aquello que se nos ocurra. Se trata de un diálogo constante. Además, a diferencia de lo que publicamos en revistas o periódicos, hay muchas respuestas de los lectores.
Con el transcurso del tiempo descubrí también el mayor imperativo y la mayor ventaja de un blog: el lector debe reconocer una voz personal. Por supuesto, hay que tener cuidado con la extensión del texto. Y el título también es importante, pues permite capturar la atención de seres humanos que suelen circular por la misma longitud de onda.

En el mundo anglosajón los titulares son un arte en sí mismo. Recuerdo un titular de la agencia United Press Internacional, donde por cierto trabajé, en Nueva York, y en Washington. Decía: “Ladrones disfrazados de policías, se enfrentan a policías disfrazados de ladrones”. Otro titular digno de un Pulitzer fue éste de The New York Post:Headless Body in Topless Bar” que apareció en la portada del tabloide el 15 de abril de 1983. (Para eso tuve que investigar en el internet).
Ocurre que un psicótico había ingresado a un night club de Queens donde las mujeres hacían strip-tease, y asesinó al propietario. Al enterarse que una de las asistentes al local trabajaba en una empresa de pompas fúnebres, el asesino le ordenó que decapitara a la víctima (Only in New York!). La cabeza fue encontrada luego por la policía en el vehículo del asesino. Al editor del Post le resultó irresistible esa combinación de dos less un “Headless Body”, cuerpo sin cabeza, con “Topless Bar”, establecimiento donde se practica strip-tease. (Ni siquiera en inglés la palabra topless explica muy bien de qué se está hablando. Literalmente es: sin la parte de arriba. Pero ¿arriba de qué? En el strip-tease las mujeres no se quitan solamente la parte superior del vestuario).
Cuando a Steve Dunleavy, el editor metropolitano del diario, lo criticaron por el título, respondió: “¿Y qué deberíamos haber dicho? ´¿Encuentran un cerebelo decapitado en una cantina de mala reputación?´” Para advertir el impacto del titular, basta confrontarlo con el publicado por The New York Times: “Owner of a Bar Shot to Death; Suspect is Held.” (Matan a balazos al dueño de un bar. Sospechoso bajo custodia). Como hubiera dicho Borges, el titular resumía una de las formas más famosas del tedio. En ese sentido, No hay nada como los tabloides de Nueva York para disparar desde la cadera.
Bueno, pero la mayor ventaja del blog es un potencial díalogo con los lectores.  Al cabo de un tiempo, digamos luego de tres años de publicar un post dos veces por semana, se empieza a tener una idea aproximada de las personas con que estamos conversando, así como aquellos temas que despiertan más interés, y otros que es mejor dejar de lado.
El año próximo cumpliré medio siglo en el periodismo. Trabajé en periódicos, revistas y agencias noticiosas en Barranquilla, Caracas, Buenos Aires, Nueva York, Washington, Orlando, la costa Oeste de Estados Unidos. He colaborado con medios impresos en Ciudad de México, Roma, Medellín y Montevideo. Y no tengo la menor idea de la reacción que han tenido mis trabajos en esos medios impresos.
En cambio en el blog puedo enterarme de las visitas que ha tenido cada uno de mis artículos en sitios tan inesperados como Hong Kong, Kiev, Moscú, Belfast, o Tokio. En ocasiones, también me escriben lectores. Generalmente, sus comentarios son generosos, aunque también hay críticas. El blog no es algo impersonal. El lector nunca puede olvidar que hay una persona concreta trabajando el texto.
Hay otros beneficios. Dentro de los límites, se pueden trabajar temas factibles de ser luego desarrollados in extenso. Nuestro cajón de sastre es limitado. Los escritores, los cineastas, los dramaturgos, reaparecen. De repente, un libro nos fascina, y pensamos que podríamos usarlo para algún capítulo de novela. En otras circunstancias, comentamos un libro. Luego descubrimos que tal vez no se acomode a la novela. Pero sí a un libro de ensayos.
La producción crece de manera incesante. Pero sin abrumarnos. Si alguien nos dice que debemos escribir cinco páginas de una novela por día, nos parece un esfuerzo abrumador. Pero el blog nos obliga a una producción similar, y nos parece un juego de niños. Además, estamos obligados a cumplir con la cuota. Y ver con rapidez los resultados. Instant gratification.
Entre el 2013 y finales del 2016, publiqué 376 textos. A un bajo promedio de cinco páginas por texto, son 1.880 páginas. Pude hablar de algunos de mis escritores favoritos, y eso me llevó a releer a varios de ellos. Descubrí, tal como han descubierto otros lectores, que tres lecturas de Crimen y Castigo son tres experiencias diferentes, en ocasiones antagónicas. Terminé lecturas que había dejado previamente inconclusas, y también descubrí recientes creadores que darán mucho que hablar en el futuro.
Pude explayarme a mis anchas hablando de filmes que adoro –dudo que alguno de ellos sea en tecnicolor— y compararlos con los textos de origen. Descubrí gemas escasamente recordadas, y recuperé entusiasmos. También pude publicar algunos de mis cuentos, o anticipar, en algunos de mis ensayos, temas que pienso desarrollar en futuras novelas o ensayos. Pues el blog es también un excelente sounding board.

Sí, el apetito viene comiendo, la escritura viene escribiendo, y el placer de la lectura leyendo. Es un win-win situation. Tal vez no todo lo publicado es de calidad, quizas algunos de los temas a pocas personas interesan. Pero el trabajo se ha ido concretando, existen testimonios. Sin la amable, persistente sugerencia de la profesora Carrillo, no existirían estos 376 textos, ni estas 1.880 páginas. Por lo tanto, mi consejo final: nunca, nunca, rehúyan un desafío. (En el caso de la profesora Carrillo, créanme, es imposible hacerlo. Fiel discípula del Libertador, cree que con modo todo se puede).

1 comentario:

  1. Paso por este blog como quien viaja a una playa, o entra a una biblioteca sin objetivo cierto que no sea leer y buscar entre libros. Felicitaciones Mario por el logro de las primeras cien mil visitas, y gracias por compartir tus aficiones y obsesiones literarias y vivenciales. ¿Acaso pueden ser distintas? Afectuoso abrazo de lector y amigo.

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