miércoles, 7 de junio de 2017

“More Than Human” de Theodore Sturgeon. La Gestalt de los seres imperfectos



Mario Szichman

“Un 90 por cierto de la ciencia ficción es basura.
Pero, al fin y al cabo, un 90 por ciento
de todas las cosas es basura”.
La “ley” de Sturgeon


Hay relatos cuya magia consiste en su peculiar construcción, ya se trate de la exclusión del personaje central, de la mudanza de su autor, o de la evasión de su mirada.
Franz Kafka nos obsequió “La verdad sobre Sancho Panza”. Todo consistió en transferir de Cervantes al escudero la “composición de una cantidad de novelas de caballería y de bandoleros, en horas del atardecer y de la noche”. De esa manera, dijo Kafka, Sancho logró “apartar a tal punto de sí a su demonio, al que luego dio el nombre de don Quijote, que éste se lanzó de manera irresistible a las más locas aventuras, las cuales empero, por falta de un objeto predeterminado, y que precisamente hubiese debido ser Sancho Panza, no hicieron daño a nadie”. Así logró un final feliz. “Sancho Panza, hombre libre, siguió impasible a don Quijote en sus andanzas, quizás en razón de un cierto sentido de la responsabilidad, alcanzando con ello un grande y útil esparcimiento hasta su fin”.
Excepto por Pierre Menard, autor del Quijote, de Jorge Luis Borges, no hay mejor tributo a la novela de Cervantes, que el cuento de Kafka. En ambas ocasiones, la empresa consistió en invertir el relato como un guante.
La táctica de Kafka consistió en ofrecer a Sancho el rol de protagonista, Borges, a su vez, aggiornó el texto ofreciendo como autor del Quijote a Pierre Menard, además de Cervantes. Así pudo revelar la infinita, inútil tarea de Menard, quien contrajo “el misterioso deber de reconstruir literalmente” la “obra espontánea de Cervantes”. Borges marcó también “el contraste de los estilos. El estilo arcaizante de Menard —extranjero al fin— adolece de alguna afectación. No así el del precursor, que maneja con desenfado el español corriente de su época”. Es difícil analizar las pródigas consecuencias de esa devastadora ironía.
Theodore Sturgeon aportó su propia vuelta de tuerca, su magia especial, a su novela más famosa, More than Human utilizando como virtudes sus propias falencias.
En el territorio de la ciencia ficción abundan los genios, desde Julio Verne y Herbert George Wells, hasta Ray Bradbury, Robert Heinlein, Isaac Asimov, Philip Dick o Kurt Vonnegut. Pero Sturgeon ocupa un sitio muy especial por la calidad de su prosa, la creación de personajes muy complejos, y por su capacidad de encarnar las ideas más abstrusas en seres de carne y hueso. Cuando falleció en mayo de 1985, pasó por un corto período de olvido. Pero fue rápidamente recuperado para la fama por escritores en quienes dejó una enorme huella, como Bradbury, Vonnegut, y una pléyade de autores de ciencia ficción.

EXPLORACIONES

Así comienza It, uno de los relatos más famosos de Sturgeon:
Eso caminó en el bosque. Eso nunca surgió a la vida. Eso apenas existió. Bajo las agujas de pino, los fuegos arden, profundos, sin humo, en el molde. En el calor, y en la oscuridad, en la fermentación, hay crecimiento. Eso creció. Pero no estaba vivo. Caminaba sin respirar a través de los bosques. Pensó y vio. Era horrendo y poderoso. No había nacido, y jamás viviría. Creció y se desplazó por los alrededores, y todo eso, sin vivir”.
La aparición de It, Eso, en los bosques, recuerda el cántico de un chamán. Es la introducción de algo extinguido, un esqueleto que despierta a la vida aunque es incapaz de transitar por ella. “Eso carecía de piedad, de risa, de belleza”, nos informa Sturgeon. “Poseía fuerza, y una gran inteligencia. Quizás, nada podía destruirlo”.
Faulkner decía que se había convertido en novelista tras una serie de fiascos, luego de corroborar que no podía ser un poeta, la forma más difícil del arte, según el escritor, o un cuentista. (Por supuesto, se trata de una boutade. A Rose for Emily es una obra maestra). Pero había algo sabio en ese comentario de Faulkner. Todo autor termina por elegir el sitio donde su fracaso es menos percibido.
Sturgeon era realmente un poeta, aunque hubiera fracasado finalmente en ese intento. La poesía teñía su prosa. En vez de insistir en su primera vocación, decidió utilizarla para escribir sus relatos, donde su genio podía florecer sin contratiempos. Usó técnicas poéticas en una obra de ficción cargada de resonancias, y muchas veces ardua en explicaciones.
La principal virtud de la prosa de Sturgeon es que obliga al lector a persistentes hallazgos. De un simple encuentro entre dos seres humanos surge una narración dispuesta a enganchar la atención. El tono poético inicia la seducción. Había un ser “que carecía de piedad, de risa, de belleza. Poseía fuerza, y una gran inteligencia. Y quizás, nada podía destruirlo”. Después, solo después, iniciaba un relato repleto de incógnitas.
Sturgeon era un narrador muy generoso, que invitaba al lector a seguirlo en sus sosegados descubrimientos. Era complejo, pero no abstruso. Y hasta en el peor de sus monstruos existía humanidad. Parecía guiarse por la sabiduría de Mary Shelley, creadora del monstruo diseñado por el doctor Frankenstein. Los filmes nunca alcanzan a mostrar la sensibilidad exhibida por el ogro en la novela.
En realidad, el método de elaboración de la Gestalt en More Than Human es casi una copia de la manera en que el doctor Frankenstein elaboró a su monstruo. Frankenstein usó partes de cadáveres, y Sturgeon atributos de imperfectos seres vivos para equipar un organismo superior, “la siguiente evolución en el desarrollo humano”.

LA IMPERFECCIÓN COMO PARADIGMA

Sturgeon fue uno de los más celebrados reinventores de sus propios textos. Ignoraba al principio cómo se construye una novela; su especialidad era el cuento. Por lo tanto, decidió organizar una novela sobre la base exclusiva de tres de sus relatos. Partió de uno de ellos, Baby is Three, publicado en la revista Galaxy, en octubre de 1952.
Baby is Three era la historia de un adolescente que visitaba a un psiquiatra. Su tarea consistía en descubrir por qué había asesinado a su protectora. En el proceso, su memoria comenzaba a ser poblada por niños que habitaban el hogar de la mujer asesinada. Se trataba de seres anómalos, carentes de gracias sociales, aunque con extraordinarios poderes, como telepatía, telequinesis (la posibilidad de mover objetos sin tocarlos) y teletransportación (desplazar objetos o partículas de un lugar a otro de manera instantánea).
El narrador estaba fascinado con la filosofía de la Gestalt, en la cual “el todo es superior a la suma de las partes”. ¿Qué representaban esos niños, cuál era la historia de cada uno de ellos, cómo podían utilizar su potencial? Sturgeon tuvo que marchar hacia el pasado.
Baby is Three pasó a ser la segunda parte de More Than Human. Sturgeon deseaba averiguar el comienzo de la odisea y comprometió en la tarea a sus lectores. Desanduvo el tiempo, y escribió la primera parte de la novela, The Fabulous Idiot. Una vez al tanto del material que manejaba, redactó el epílogo, Morality.
La teoría tradicional de escritura de una novela, de una obra de teatro, del guion de un filme, es que el escritor requiere primero una buena idea de la trama, de los personajes, del desenlace. Sturgeon partía apenas de toda nebulosa idea que lo fascinaba. Por ejemplo, en It, necesitaba averiguar la historia de un ser que no había surgido a la vida. (Es, en cierto modo, una reflexión a la inversa de ese extraordinario relato de Edgar Allan Poe: The Facts in the Case of M. Valdemar,  en el cual, un discípulo de Mesmer coloca a un hombre en un estado hipnótico justo en el momento de su muerte).

EL REALISMO DE LAS COSAS INEXISTENTES


Edward Hamilton Waldo, nacido en 1918, se transfiguró en Theodore Sturgeon en su adolescencia. Aportó una magia especial a su novela más famosa, More Than Human, porque utilizó sus falencias como virtudes. En primer lugar, su especialidad eran los cuentos. Por lo tanto, escribió tres novelas cortas, con tenues lazos hacia un tema central, que derivó en More Than Human. Y la estructura hace eco a la trama de la narración. Se trata de crear una Gestalt, en este caso un ser humano compuesto por diferentes partes, cada una de ella incompleta. El organismo superior es, en realidad, una suma de imperfecciones.
Una de las ironías de la novela es que las partes, además de incompletas, resultan casi imposibles de reunir. Pero Sturgeon, un apasionado de las dificultades, logró resolver el problema.
Por cierto, el texto central, Baby is Three, que ocupa la segunda parte, fue en principio publicado por el escritor en la revista de ciencia ficción Galaxy.  El novelista consideraba cualquier relato un pretexto para escudriñar un pasado. Y eso lo conducía a resolver un rompecabezas.
En la primera parte de la novela —The Fabulous Idiot— se va armando la Gestalt. Consiste en Lone, un adolescente que compensa sus defectos mentales con sus atributos telepáticos; Janie, una niña con habilidades telequinéticas, Bonnie y Beanie, gemelos que son incapaces de hablar, pero pueden transportar sus cuerpos a voluntad, y finalmente Baby, un infante retardado cuyo cerebro funciona como una computadora. El “atributo” de cada uno de esos personajes es que no pueden funcionar por su cuenta. Sin embargo, juntos, son algo más que un ser completo. Tal como le informa Baby a Janie, “El Yo somos todos nosotros”.
En la segunda parte de la novela, Baby is Three, la Gestalt va creciendo, enfrentando el desafío que es primordial en varios relatos del narrador, el de sobrevivir. Un día, Lone, el líder del organismo, muere. Su lugar es ocupado por Gerry, un niño de la calle que ha sido abusado, y está cargado de odio y de resentimiento. La Gestalt en que funcionan los distintos personajes de la novela cambia sus fallas. Lone poseía una limitada capacidad mental. Y eso se difundía en su grupo. Gerry es un loco moral, que pone en peligro a sus asociados.
En Morality, la parte final de More Than Human, vuelve a cambiar la estructura de la Gestalt. Ahora el relato pertenece a Hip, un joven que ha sido sometido por Gerry a crueles experimentos. En ese tramo de la narración, retorna la figura de Janie, quien se rebela contra Gerry y decide rescatar a Hip.
Lo excepcional de More Than Human es la manera en que Sturgeon va recreando el mundo de esa Gestalt compuesta por seres inadaptados. Cada uno de ellos es más que humano, con sus extraños caprichos, sus apariciones y desapariciones, sus incesantes búsquedas y transgresiones. Sí, la Gestalt puede ser una forma superior de humanidad, pero ¿qué clase de humanidad? Sturgeon lo ignoraba. Solo estaba enterado de la enorme distancia que existe entre el bien y el mal.
La primera tarea del escritor —en realidad, la única que tiene sentido— es entender al ser humano. Aunque Sturgeon escribía ciencia ficción porque era para él la forma más rentable de ganarse la vida, al mismo tiempo necesitaba confrontarse con seres humanos, escucharlos, entender sus miedos y sus ambiciones.
La tercera parte protagonizada por Hip Barrows, el exsoldado, y Janie, la mujer que posee capacidad telequinética, y que intenta salvar a Hip de una segura muerte, es una epifanía saturada de hallazgos.
Al igual que con la trama de la novela, esa pareja consumida por la pasión, separada por el respeto mutuo, avergonzada por la timidez, desesperada por compartir su vida, y respetuosa del otro, es uno de los mejores aportes al romance contemporáneo. El lector está convencido de que ese amor es verdadero porque abomina de los gestos físicos de la posesión. Sturgeon tenía una gran capacidad para crear diálogo cargado de tensión, de sugerencias, y carente de estereotipos.
En la novela, el lector queda atrapado siempre con el mismo recurso: la ignorancia sobre las reacciones de cada personaje ante el peligro, la amistad, los imprevistos.

Sturgeon no requería ponernos en antecedentes de cada actor de su relato. En la confrontación verbal iban adivinándose las claves de una conducta. Y además, nunca anticipaba. La acción iba trazando para el lector, las opciones probables.
Un crítico de Sturgeon dijo que el logro mayor del escritor fue trascender la trama. Resolver el argumento no era suficiente para él, indicó el crítico. “Su interés más perentorio era resolver el problema de la humanidad”. Eso constituía, además, otra parte de “la ley de Sturgeon”.


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