miércoles, 13 de diciembre de 2017

El mejor de los mundos posibles (Relato)

Mario Szichman

El fiscal argentino Alberto Nisman

El 18 de julio de 1994, un automóvil cargado de explosivos estalló frente a la sede de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) en Buenos Aires. El atentado dejó un saldo de 85 muertos y de 300 heridos. Versiones periodísticas que circularon en esa época, atribuyeron el atentado al gobierno de Irán.
Escribí este relato en abril de 1995, meses después de registrarse el ataque. Ahora, 22 años más tarde, el gobierno argentino acusa a la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner de “traición a la patria” por haber presuntamente ayudado a  un “enemigo” del país: Irán, para eludir la actuación de la justicia. Según un juez, en el ataque habrían participado varios iraníes.
Hace dos años, el 14 de enero de 2015, el fiscal argentino Alberto Nisman acusó a la ex presidenta de “encubrimiento del atentado”. Tres días después apareció muerto. El gobierno de Buenos Aires alegó suicidio. La bizantina saga continúa. M.S.


El año era el 2035, y los judíos de Argentina vivían en el mejor de los mundos posibles. En primer lugar, había desaparecido el antisemitismo, gracias a una serie de leyes, una mejor que la otra.
La ley número 4962, había sido sancionada poco después del estallido de un pequeño artefacto nuclear en la reconstruida sede de la ex Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA). La ley señalaba que los execrables atentados con armas atómicas y/o de hidrógeno, eran un delito de lesa humanidad. Por lo tanto, no afectaban a un sector en especial, sino a la sociedad en su conjunto. Pretender lo contrario era sembrar las semillas de la discordia.
Meses después, la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas, DAIA, fue reemplazada por la DAAU (Delegación de Asociaciones Argentinas a Ultranza).
Tras una exhaustiva investigación del atentado, la Policía Federal Argentina descubrió a un comando no identificado. El juez de la causa hizo denodados esfuerzos para encontrar a los culpables del ataque. Una de las pistas más promisorias era una boquilla de cigarrillo presuntamente empleada por uno de los perpetradores del hecho. El juez, tras visitar treinta y dos países siguiendo la pista a la boquilla, prometió importantes revelaciones.
La iglesia católica argentina emitió un comunicado denunciando la corrupción en las costumbres. A su vez, el presidente de la nación prometió no descansar hasta que se aplicara el condigno castigo a los culpables.

OBSTÁCULOS


Algunos desafectos, que habían cuestionado el rebautizo de la ex Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas, denunciaron la lentitud en las investigaciones. Otros intentaron comparar la situación con otras épocas felizmente superadas.
La respuesta de la sociedad en su conjunto fue la siguiente:
–Observen las estadísticas: muere más gente en accidentes de tránsito que en execrables atentados.
–Toda mención a épocas felizmente superadas tiene como artero propósito impedirnos recuperar el lugar que tradicionalmente nos corresponde en el concierto de las naciones.
–La contemplación de otras sociedades confirma que vivimos en el mejor de los mundos posibles.

El más poderoso de los argumentos era el tercero. Cuando los ciudadanos DOSNA (De Origen Semita no Árabe) previamente agrupados en la DAIA, contemplaban otras sociedades, debían admitir que vivían en el mejor de los mundos posibles.
Allí estaba el ejemplo de Rusia, donde el zar Alexei El Iluminado había ordenado revivir las populares milicias conocidas como Centurias Negras. Por cierto, su libro de cabecera era Los Protocolos de los Sabios de Sión, donde se detallaban los planes de los judíos para dominar el mundo.

AVATARES

Algunos meses más tarde, se registró un execrable atentado contra el hotel flotante donde tenía su sede provisoria la ex Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA). De inmediato, el gobierno aprobó la ley 5355, y la sociedad argentina en su conjunto suspiró aliviada. La ley tenía como propósito sancionar todo execrable atentado que no hubiera sido autoinfligido. Varios directivos de la ex AMIA fueron interrogados por las autoridades, ignorándose los resultados de la pesquisa.
Días más tarde, la ex AMIA, que contaba con una nueva directiva, y había sido rebautizada Asociación Mutual de Argentinos Hasta la Muerte (AMAHM), inauguró su nueva sede en un refugio submarino en la Antártida. En el lugar habían habilitado también un criadero de pingüinos.
La Policía Federal Argentina, distraída de las perentorias tareas de evitar el crecido número de muertes por accidentes de tránsito, seguía varias novedosas líneas de investigación sobre el atentado a la ex AMIA. Todas eran igualmente prometedoras. Se aguardaban resultados en las próximas horas.
El juez de la causa había viajado al Himalaya, siguiendo la pista a una tuerca perteneciente al motor de la lancha empleada en el atentado a la ex organización.
La Iglesia Católica denunció en otra pastoral la corrupción de las costumbres, y envió un telegrama de condolencia dirigido a la sociedad en su conjunto.
A su vez, el presidente de la Nación insistió en su deseo de aplicar el condigno castigo a los malhechores.
Un mes más tarde, en un mensaje por cadena de radio y televisión, con los ojos que se le cerraban por el sueño, el presidente prometió que no iba a descansar “hasta descubrir a los responsables del abominable atentado”. Aludía con esas palabras a la destrucción de la sede diplomática de Israel con un misil. La sede había sido instalada en un dirigible parecido al Hindenburg, destruido en Lakehurst, New Jersey, en 1937, aunque era de menor calado. Las autoridades prometieron descubrir a los autores del atentado en las próximas horas.

INDAGACIONES


Otra cosa que mantenía insomne al presidente eran los presuntos criminales de guerra nazis que supuestamente habrían buscado refugio en la Argentina. El mandatario siempre había dudado de la captura de Adolf Eichmann en su vivienda de las afueras de Buenos Aires. Su hipótesis era que el individuo había sido “plantado” por alguna agencia de inteligencia, a fin de negarle a la Argentina el lugar que tradicionalmente le correspondía en el concierto de las naciones.
El presidente ordenó ir al fondo del asunto, y abrir al público los archivos de la Policía Federal Argentina. Las autoridades policiales se vieron obligadas a dejar nuevamente de lado la prevención de los accidentes de tránsito, a fin de examinar de manera minuciosa sus archivos.
Tras el incendio de los archivos, debido a una colilla de cigarrillo abandonada de manera descuidada en un escritorio, la policía continuó de manera denodada con sus tareas.
Luego de recónditas investigaciones, se pudo descubrir una carta parcialmente quemada con la firma de Josef Mengele, el médico que había hecho experimentos con gemelos univitelinos en Auschwitz. La carta parecía dirigida a un destacado funcionario.
Tres criptógrafos de la policía que se dedicaban a la tarea de descifrar la misiva, aparecieron muertos en sus respectivos domicilios, debido a escapes de gas. El juez encargado de presidir la investigación, se suicidó una semana más tarde. En una misiva de su puño y letra, rogaba que no culparan a nadie de su muerte, y explicaba que los seis balazos recibidos en la cara se debían a que había usado un arma de repetición. El arma no había sido hallada. Las autoridades prometieron redoblar sus esfuerzos para localizarla en las próximas horas.

EL SUEÑO DEL PRESIDENTE

El presidente era un soñador. Su sueño más grande era abolir todos los conflictos sociales. Nunca se cansaba de predicar: “Somos todos una gran familia”. Eso incluía a los argentinos de origen semita no árabe (DOSNA), quienes expresaron su agradecimiento al jefe de estado con un gran banquete en uno de los hoteles más prestigiosos de la gran urbe.
Cuando el hotel debió ser desalojado tras recibir una amenaza de atentado del partido de las Cabezas Rapadas (rama moderada), el presidente solicitó poderes extraordinarios, para armonizar a la sociedad en su conjunto.
Un gran paso en ese sentido fue la promulgación de la ley 8.345, que obligó a los promotores del odio racial a ponerse pelucas.
Luego, vino el Gran Salto Adelante. La sociedad en su conjunto pasó a integrar las categorías Gente Pudiente a Secas (GPAS) y Gente Pudiente de Recursos Más Modestos (GPRMM).
En tanto la Gente Pudiente a Secas era proclive a vivir en las proximidades del elegante barrio de La Recoleta, que hasta contaba con osario propio, la Gente Pudiente de Recursos Más Modestos solía enterrar a sus muertos en el cementerio de La Chacarita.
Fue entonces cuando los ciudadanos De Origen Semita no Árabe descubrieron algo inesperado: no tenían literalmente donde caerse muertos. Tras revisar códigos, estatutos y leyes, no encontraron una sola cláusula que les asignara un sitio donde poder descansar en paz.
El presidente propuso que los ex ciudadanos judíos usasen los cementerios ya habilitados. Los representantes de la comunidad señalaron que era imposible, porque en esos lugares estaba prohibido el uso de las estrellas de David. El presidente estuvo a punto de ofrecer otra solución, pero se frenó a tiempo. La comunidad no parecía psicológicamente preparada para emplear dispositivos que elevaban la temperatura de los fenecidos a más de mil grados centígrados.
El presidente les dijo que deseaba complacerlos, pero nada podía hacer, pues atentaría contra la armonía social. Nuevas leyes habían dividido la sociedad simplemente entre Ellos y Nosotros. Era imposible retornar a las épocas de Ellos, ya felizmente superadas. Su anhelo era que sólo existiesen los Nosotros, igualados por la fe, el respeto mutuo, y un solo Dios verdadero.
¿Recordaban acaso los ciudadanos DOSNA los conflictos causados por las diferencias? Preguntó el presidente. ¿Qué había ocurrido en Polonia a raíz de su partición entre Rusia, Ucrania, Eslovaquia, Lituania, Alemania y Tajikistán? Cuando el único judío sobreviviente intentó cruzar la frontera polaca en el momento de la partición hubo agrias disputas, y diferentes trozos de su cuerpo fueron reclamados por los seis países.
Los argumentos del presidente resultaron irrebatibles. Los ciudadanos DOSNA debieron reconocer que solo en la Argentina se vivía en el mejor de los mundos posibles.
Todos aceptaron integrarse en esa Asociación Mutual de Argentinos Hasta la Muerte (AMAHM), y cesaron de añorar la anterior institución semita no árabe.
En cuanto al jefe de estado, tras lamentar la destrucción de la sede de la AMAHM en el refugio submarino de la Antártida, prometió flamantes instalaciones en una zona de la provincia de Misiones que parecía el paraíso en la tierra. En el lugar sería habilitado también un criadero de ñandúes.

Este relato fue publicado originalmente en el número 10 de la revista NOAJ de Israel, en julio de 1995.






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