sábado, 24 de marzo de 2018

"Really, babe, I don´t care!"


Mario Szichman


El filme noir se ha ido decantando en las últimas décadas. Al principio, era una técnica barata de Hollywood para conseguir espectadores. Entre las décadas del treinta y del cincuenta del pasado siglo, los cines debían presentar carteleras de tres filmes para atraer al público. El filme más importante era el más costoso. Cuando se generalizó el tecnicolor, era el único en que hombres y mujeres lucían tonalidades naturales, y donde abundaban los paisajes.
El resto de la cartelera consistía de dos filmes en blanco y negro, hechos con medios baratos, y con actores y actrices que comenzaban siendo de segunda fila, y terminaban desplazando a los galanes más recios, y a las femmes fatales más famosas. Es difícil creer que actores como Humphrey Bogart, Robert Mitchum o Dana Andrews tuvieron que pujar décadas antes de llegar al estrellato. O que actrices como Barbara Stanwyck o Joan Crawford, eran rutinariamente miscasts, colocadas en roles donde no podían lucir su real talento. Pero, en base a perseverancia, y en ocasiones a simple suerte, lograron emerger y convertirse en deidades del cine.

LA INDUSTRIA DE LA NOSTALGIA

Hollywood todo lo recupera, lo peor y lo mejor de su herencia histórica. En la categoría de “es un filme tan malo que hasta parece bueno”, figura Plan 9 from Outer Space.
En su libro The Golden Turkey Awards, los autores Harry Medved y Michael Medved, le otorgaron el galardón a “la peor película jamás filmada”. Inclusive uno de los protagonistas, Bela Lugosi, el célebre interprete de Drácula, había fallecido tres años antes de la filmación. Pero el director, Ed Wood, contaba con secuencias de Lugosi apareciendo en otro filme que nunca fue finalizado, y las aprovechó para insertarlas en la película. Nadie puede dudar que Lugosi es un visitante del más allá.
Por supuesto, ahora, Plan 9 from Outer Space, se ha convertido en una película de culto, y cada una de sus exhibiciones cuentan con un lleno completo.
Otra secuela de ese culto a los filmes de épocas anteriores, es la resurgencia de los policiales de la década de los cuarenta. No solo tienen el atractivo de que son realmente obras maestras, sino que sus comentaristas disfrutan informando al público de sus hallazgos.  exclusivamente para escuchar los comentarios que formulan expertos en filme noir. Algunos, como Eddie Muller, se han convertido en celebridades. Y aunque muchos espectadores se sienten frustrados con las sugerencias de Muller, siguen alquilando las películas exclusivamente para deleitarse con su información.

RIVALIDADES

Inclusive se han formado dos bandos, los adictos a Eddie y quienes prefieren a sus rivales, como James Ursini y Alan Silver. Pero tanto Ursini como Silver tienen un serio hándicap: son académicos y condescendientes. Eddie, en cambio, es un fanático más. Se encarga de transportarnos al momento de la filmación, y nos muestra que en muchas ocasiones, los defectos de actores y actrices se han convertido en sus mejores cualidades.

Humphrey Bogart


Humphrey Bogart hablaba con un ceceo, y sus mandíbulas parecían selladas. Eso instilaba amenaza hasta en sus gestos más amables.   Esa forma de hablar no fue producto del entrenamiento de un coach, sino resultado de una lesión en la boca. Bogart contó al actor David Niven que en su niñez estaba jugando en el jardín de su casa, y se cayó. Una astilla de madera se le clavó en el labio inferior. “El maldito médico cosió mal la herida”, dijo Bogart a Niven.
Cuando finalmente Bogart comenzó a actuar en el cine, decidió usar el defecto de sus labios como un atributo. Para eso contrató a un experto en locución a fin de acentuar algunas particularidades de esa extraña manera de hablar. Eso incluía tonos nasales, gruñidos, arrastrar de palabras y malignas sonrisas.
Algo similar ocurrió con Jane Greer, una actriz que puede barrer el piso con todas las femmes fatales de  Hollywood. Y estamos hablando de Hollywood, donde las femmes fatales eran una mejor que otra y podían conseguirse, como suelen decir en estas tierras, A dime a dozen.
¿Quién puede olvidar a Barbara Stanwyck descendiendo de una escalera y exhibiendo una ajorca en su tobillo izquierdo en Double Indemnity, en su primer encuentro con un agente de seguros interpretado por Fred McMurray? ¿O a Rita Hayworth cantando en Gilda Put the Blame on Mame mientras inicia el más famoso striptease de la historia simplemente quitándose un largo guante? ¿O a la británica Jean Gillie en Decoy? (Ella era la única que podría haber competido con Jane Greer, pero lamentablemente, falleció a los 33 años, de neumonía).

     Buena parte del encanto de Greer, informa Mueller, era producto de una parálisis facial que sufrió a los 15 años de edad y que le afectó la parte izquierda del rostro. La actriz logró recuperarse parcialmente de esa parálisis. Pero quedaron trazos en su rostro, entre ellos, una mirada burlona y una enigmática expresión. La publicidad de la productora RKO decía que Greer era “una mujer con la sonrisa de la Mona Lisa”.

ENCUENTROS QUE MATAN

Cuando la mujer con la sonrisa de la Mona Lisa chocó con un galán conocido como Robert Mitchum, se creó la más perfecta pareja del filme noir en Out of the Past.
Mitchum, cuyos adormilados ojos y su total desprecio por el género humano han hecho olvidar la gama de sus actuaciones y su talento interpretativo, ya había demostrado previamente el abismo en que podía hundir su maldad. En otra obra maestra, The Night of the Hunter, dirigida por el actor Charles Laughton, Mitchum se hacía pasar por un predicador, con el propósito de robar la fortuna de una viuda. Su trademark está en los nudillos de sus manos, donde ha escrito respectivamente Good y Evil.
  Pero Out of the Past es algo muy diferente a The Night of the Hunter. Lo curioso del caso, señala el crítico Mueller, es que la segunda parte de Out of the Past es totalmente incomprensible, aunque sigue siendo una obra maestra. Mitchum interpreta a un detective contratado por un mafioso (Kirk Douglas) para que encuentre a su novia (Jane Greer), quien le ha robado 40.000 dólares.
El protagonista sigue la pista a la fugitiva hasta México, y a los diez minutos de conocerla ya está perdidamente enamorado de ella.  En la escena más famosa del filme, Jane Greer le confiesa al detective con mucha paciencia todo lo mala que ha sido. Pero a Mitchum le importa un comino su prontuario policial. Su única intención es poseerla. Y es entonces cuando enuncia su famosa frase: Really, babe, I don´t care, y se abalanza sobre ella.
El  doctor  Pangloss  decía en  el Cándido de  Voltaire que  todas las tribulaciones del  ser humano provienen del amor, “el  confort de la especie humana, el protector del  universo, el  alma  de todas las  cosas  sensibles.  El  amor,  el  tierno  amor”. 
En  los  casos   del doctor Pangloss y de su discípulo Cándido, el  corolario del amor es devastador.  Pangloss   termina con   una   enfermedad venérea, y Cándido  es expulsado del paraíso. Tras recibir un inocente beso de la virginal Cunegunda, el padre de su amada lo echa a Cándido de su castillo a patadas en el trasero.

LA MEDICINA PROHIBIDA

Mitchum   recibe   de   su   amante   una   dosis   similar   de escarmientos. Para el  crítico Mueller, y otros especialistas en filme noir, toda la trama de esas  películas es  muy  simple: A good fuck (digamos, con cierta timidez, una buena noche de amor) tiene como secuela una inmersión en el  infierno.  En realidad,  el  film  noir  parece  tan antiguo  como  esas   morality  plays   de   la   Edad  Media   donde coexisten la carne, el diablo y la muerte. 
Si  uno observa  Out of the Past,   verá que todas esas premisas se  cumplen. Pero si vuelve a  contemplar la película acompañado  por  el  crítico Mueller,  es  como  si  tragedia  fuese secundada por la  ironía.
Mueller permite cierto distanciamiento. Especialmente cuando intenta desmenuzar ese  galimatías  de  la segunda parte.
Hay algo más en Mueller: es un creador. Nunca pensé que un simple comentarista de cine podía brindar tantos luminosos consejos. Y para ello, siguiendo las acotaciones de Mueller, es preferible ver un mal filme noir  que   otro bueno. 

Robert Mitchum y Jane Greer  

Una  de  las  películas más  solicitadas  en  Netflix es The Racket, también con Robert Mitchum y otro fenomenal actor, Robert Ryan, además de esa olvidada femme fatale que era Liz Scott. La película no es buena, pero vale la pena simplemente por los comentarios de Mueller.
Como dice uno de sus admiradores: “The Racket me aburrió terriblemente durante la primera mitad. La trama es complicada  y carece de foco. Luego, decidí ver el  resto de  la   película escuchando los comentarios de Mueller. La película se transformó totalmente”.
Tal vez ha surgido un  nuevo género  en  Hollywood:  la   película  escoltada por el  voice over de un excelente crítico.
Esos críticos empiezan a tener influencia en  los  espectadores. Hasta que tropecé con algunos de ellos, compartía el criterio de Woody Allen. Creía que Humphrey Bogart era el mejor actor de filme noir, y que Casablanca era su  mejor expresión. Ahora, he cambiado  de criterio.
Así como Raymond Chandler o Dashiell Hammett me dejan decepcionado tras comparar sus textos con inclusive, la  peor novela de Jim Thompson, Robert  Mitchum es  la máxima expresión de un galán recio. Sólo White Heat, interpretado por James Cagney, puede equipararse a Out of the Past.  

Ingrid Bergman y Cary Grant

No vamos  a  disminuir  los  méritos de Bogart, o la luminosa presencia de Ingrid Bergman en Casablanca, pero si el lector tiene ocasión de ver los dos filmes, descubrirá la distancia emocional entre ambos.
No podemos imaginar a otra figura que no sea Robert Mitchum gritándole a Jane Greer “Really, babe, I don´t care!” mientras arroja por la borda su decencia y su honradez, con tal de abrazar a la mujer.
Tampoco podemos imaginar otra femme fatale como Jane Greer, capaz de recibir en su cuerpo tanta desbordada lujuria.
Sí, cuando se tropieza con esa clase de mujer, sólo una frase puede emerger de los labios: “¡Really, Babe, I don´t care!”


[i] ¡Realmente, querida, me importa un bledo!


No hay comentarios:

Publicar un comentario